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La cultura de la culpa

Por: Angélica Ramírez

Nacimos en una sociedad que nos enseñó que la culpa de todo era de alguien más, era del otro. Recuerdo cuando pequeña  ver a mi mamá regañar una silla o una mesa por “golpearme:;  “silla mala, qué pesar de la niña”. Correr abrazarme y decirme: “ya mi amor, ya pasó, silla mala cómo le va a pegar tan duro a la niña”.

Sí, y creo que usted también tiene algún recuerdo parecido, alguna vez escuchó algo así o por ejemplo, “¿quién te hizo llorar?”;  “ellos no quieren jugar contigo?”, “qué groseros, ellos se lo pierden, vámonos”. Pero,  ¿cuántas de esas veces nos cuestionaron?, ¿nos hicieron pensar qué habíamos hecho nosotros para que esos niños no quisieran jugar más? O, ¿cuántas veces corrimos sin mirar alrededor y por eso nos golpeamos con la mesa o la silla?

Pues sí, así crecimos, pensando que el mundo nos debía todo, que hasta el clima era culpa del estado, que la gente, “los demás” tenían la culpa de todo y esa mala costumbre, de encontrar culpables lejos de nosotros, pasó de las conversaciones en cafés, almuerzos y reuniones familiares,  a las redes sociales, donde a solo un clic tenemos el poder de quejarnos y culpar a alguien más con una facilidad nunca antes pensada, muchas veces con unas consecuencias nefastas porque lo único que logramos es una simpatía improductiva, que aprueba nuestra falta de “pantalones” para asumir la culpa.

Si por un minuto nos preguntáramos diariamente qué puedo hacer yo frente a X o Y situación; hasta dónde yo tengo la culpa de lo que está pasando en mi familia, mi entorno, mi trabajo, tendríamos una visión diferente del mundo y de la vida, una visión de todo el perímetro; entenderíamos que muchas cosas están en nuestras manos, que muchas soluciones parten del ser; acabar con la corrupción por ejemplo, tema de moda que nos escandaliza cada día más en un país que parece no tener límites, pero seguimos creyendo desde la comodidad de nuestros hogares que la solución está allá afuera mientras esperamos, “el favorcito aquel”: que me desaparezcan la multa que no quiero pagar, que me perdonen la deuda, que no me pidan Cámara de Comercio para contratar, que me den el permiso de pico y placa y así innumerables acciones micro-corruptas que causan el mismo daño que las enormes trampas del estado expuestas en los medios.

¿Recuerdan el año pasado? El tráfico en la ciudad era insostenible, miles de pereiranos levantaban su voz en redes sociales, en medios de comunicación, en las calles: “Este tráfico está insoportable, ¿qué le paso a Pereira?  ¿Dónde están las autoridades que no hacen nada? Quejas provenientes de los más de 3 mil ciudadanos que tenían permisos especiales para transitar los días de pico y placa.

Este es solo un ejemplo de cómo podemos cambiar, generar un cambio real a las situaciones de las que tanto nos quejamos y de las cuales solemos culpar al otro; renunciar por un segundo a nuestra egoísta comodidad y pensar en comunidad, renunciar a pensamientos como: “pues si el otro puede, yo por qué no”, “entonces yo voy a ser el bobo del paseo?” y así construir el cambio que tanto esperamos que el gobierno logre; porque si para nosotros siempre ha sido más cómodo echarle la culpa al gobierno, y ojo no digo que no sean responsables, claro que sí pero nosotros se lo hemos permitido.

La indiferencia, el racismo, la xenofobia, el machismo, la corrupción, la trampa, la envidia, el egoísmo, son sentimientos y pensamientos propios que se vuelven colectivos, vienen de uno y se multiplican en muchos. Si entendemos el origen podemos atacar el #virus, (palabra muy de moda por estos días) estas plagas comienzan en la boca y la cabeza de uno y contagian a miles con más aprobación y beneplácito que una “enfermedad física” obviamente.

Déjeme decirle querido lector, que para mí tampoco ha sido fácil, aprender a des-aprender puede ser el ejercicio propio más odiado, de hecho, más que ir al gimnasio, pero puede cambiarnos la vida; renunciemos a la cultura de la culpa, dejemos de echarle la culpa a la mesa por el golpe que “nos dio”, escarbemos, busquemos de adentro hacia afuera, seguro encontraremos el poder para cambiarlo todo.

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