Por: WALTER BENAVIDES ANTIA
Me parece que el concepto de “gueto” ha ganado creciente actualidad y difusión, por el tratamiento que se dan de ellos en las redes sociales, (la nueva realidad de las comunicaciones). La noción de gueto la encontramos, al tratamiento que se da, a todo “grupo o tribu” de la sociedad que, por alguna razón cierta o ficticia, se autocalifica “ser víctima de la situación actual en que vive”. La estigmatización, proliferación y concentración de colectivos de la sociedad que, de entrada, se autocalifican victimas (el “gueto”), remite por un lado y más explícitamente a la comunidad, ya no territorializada (que se aísla, que no se integra y/o no se adapta), y por el otro, remite de manera más implícita, a un imaginario de degradación urbana (incivilidad, conflicto…), de la que argumentan, somos culpables de su situación, todos, la sociedad.
La palabra “gueto”, aparece ligada al nombre de un barrio de Venecia en 1516, donde solo podían vivir personas que practicaban la religión, la tradición y la cultura del pueblo judío. Durante la Segunda Guerra Mundial, los guetos eran distritos urbanos (territorios encerrados), en los cuales los alemanes forzaron a la población judía a vivir en condiciones miserables, cumpliendo el objetivo de aislarlos, separándolos de la “población no judía”, así como de “otras comunidades judías”. Durante la II Guerra Mundial, los nazis establecieron más de 400 de guetos, estando en Varsovia, el más grande y numeroso, donde miles judíos fueron hacinados dentro de un área mínima de territorio.
A que viene mi cuento. Me parece, que los “guetos” volvieron a aparecer, solo que ahora no se encuentran en barrios, ni sectores de las ciudades, sino en las cabezas de los que se autocalifican víctimas, “guetos mentales”, donde sectores de la población tienen cabida, y que tiene como característica, “ser víctima, en o de algo”, donde se juntan, primero para aislarse de las poblaciones “no victimizadas de esa causa”, y segundo, aislarse de otras comunidades que también se autodefinen como “victimizadas de la misma situación”, pero que consideran son diferentes a ellos.
Los alemanes de hoy, los culpables de su aislamiento del resto de la sociedad, son el Estado colombiano, los gobiernos territoriales, y la sociedad, quienes a través de unas mal utilizadas “políticas públicas”, buscan “remediar” los presuntos o reales atropellos, a los grupos que se han victimizado.
Es tal la ingenuidad que, a diario entidades públicas y privadas, patrocinan y promueven “espacios gueto”, «escuelas gueto», «culturas gueto», «servicios gueto», convertidos en una fórmula ritual recurrentes en foros, seminarios, charlas, mesas redondas, jornadas y actos de desagravio y perdón, organizados sin más argumento que el complacerlos.
La proliferación de guetos mentales, la realidad de algo merecedor de ese nombre, no es analizable únicamente a través de vectores materiales de solución que logran lograr en chantaje a los gobiernos; se trata también, y en nuestro contexto diría que, sobre todo, de un proceso de orden simbólico que demanda una exploración y exigencia del imaginario social.
Guetos mentales en grupos de vendedores ambulantes, iglesias cristianas, hinchas de equipos de fútbol. jóvenes, deportistas, indígenas, negritudes, madres solteras, poblaciones LGTI, son la prueba de su existencia.
A la proliferación de guetos, se ha sumado la debilidad del Estado para llamar las cosas por su nombre y enfrentar racionalmente a “los representantes de estos guetos mentales victimizados”. Esta democratización de “derechos”, más nunca de “deberes”, ha llevado a la proliferación de ellas, y a dar respuestas clientelistas, que no están respaldadas presupuestalmente. Mientras esas “negociaciones para generar opinión pública favorable” (que tiene la característica de estar pagada con dinero público), no tengan respaldo presupuestal, las exigencias y las soluciones, como un poderoso virus, contagiará y propagará cada día más poblaciones y gobiernos.
Se les olvida a las “víctimas”, que estanos en una sociedad capitalista, en la que la desigualdad social es una constante, y su tendencia a disminuir las “diferencias” (ya sean biológicas o culturales) son mínimas.
El 9 de agosto de 2040, Pereira, cumplirá 500 años de fundada. antia53@gmail.com