POR LUIS ALBERTO MARTÍNEZ
Contra viento y marea nos hemos acostumbrado a través de tantos años a soportar agrias campañas del representativo de la ciudad en los torneos del fútbol profesional.
Han pasado setenta y siete años de historia de la institución y sólo lágrimas y desolación ha dejado en la inmensa afición que durante todo este tiempo ha sido fiel seguidor de sus participaciones en las competencias futboleras.
Deportivo Pereira siempre está contagiado del virus de la derrota, aunque en ciertos pasajes de su larga existencia ha tenido destellos de grandeza y ha logrado conquistar méritos en virtud de buenas actuaciones. Lo cierto es que nunca se ha vestido de frac para recibir el título de triunfador.
En la época dorada del fútbol colombiano, el cuadro matecaña vivió episodios maravillosos y el Mora Mora, bautizado por Carlos Arturo Rueda “El fortín de Libaré”, fue testigo de memorables encuentros.
Por allá en 1982 cuando el onceno era dirigido por el técnico Gilberto Osorio, y Octavio Piedrahita era su mecenas – en ese entonces ríos de plata rodaban por los estadios del país – y Pereira no estaba exento de esas riquezas. El plantel que armó Osorio era de lujo, con el arquero Quintabani en todo su esplendor, los argentinos Víctor Longo y Sergio” El flaco “Sierra, Benjamín “Mincho” Cardona, Jairo” Chiqui “Aguirre, entre otros, le dieron brillo a la llamada “Furia Matecaña”.
Ese año el onceno empezó a acariciar el trofeo de vencedor, pero una jugada maestra de don Octavio dio al traste con esa aspiración, tan merecida por la bonita campaña que cumplía el conjunto.
El uniforme roji amarillo se ha teñido de orgullo por la calidad de jugadores de gran talla que la han lucido; paraguayos con su garra charrúa, argentinos revestidos de una buena técnica, peruanos que aportaron alegría y motivación a sus seguidores, con figuras mundialistas; César Cueto “El poeta de la zurda “y Guillermo,” El tanque” La Rosa, René Higuita en el ocaso de su espléndida carrera como portero de la selección patria, que con sus espectaculares atajadas enloqueció al mundo, también lució la casaca pereirana.
Hinchas apasionados también hacen parte de la leyenda, del hoy llamado” El Grande Matecaña”. El padre José Antonio Valencia, quien desde el púlpito y con la camiseta auri roja bajo su ancha sotana, arengaba a los fieles para que apoyaran al «team» matecaña. Cecilia Monsalve “Chila”, mujer teñida de fútbol, empacó su mochila y se fue para la eternidad sin ver a su Pereira campeón.
Pereira en 1997, cayó al descenso y permaneció tres largos años. Con Walter Aristizábal como técnico, el representativo regresó a la Primera División. En 2011 volvió a visitar el torneo de la “B”, solo hasta el año pasado bajo la orientación del argentino Néstor Cravioto, los aficionados celebraron el feliz retorno a la liga mayor del rentado nacional.
Procesos jurídicos, partidos a puerta cerrada, juegos oficiales en el estadio de la Virginia, todo un enjambre de penurias y amarguras nos ha ofrecido el representativo de la ciudad, pero, aun así, sigue siendo nuestro equipo amado.
En una próxima entrega continuaremos con esta linda y apasionante historia. He dicho.