Por GABRIEL ÁNGEL ARDILA
Algo más que malicia indígena ejercen los más inteligentes por estos litorales. Las respuestas roñosas a llamados por alertas de carácter preventivo de salud, seguridad o simple comportamiento social, producen maravillas a cualquier observador. Y, claro, no son síntomas de falta de razón, sino expresión de ¡suma inteligencia!
A un buen consejo por simulacro de evacuación en caso de sismo o emergencia de incendio y cualquier fenómeno de esos, se responde con pereza, negligencia y desgano.
Burlan y evaden la alerta por efectos de esa contracultura que impide a los jóvenes de la región salirle a la tarea de coger café, porque sus mayores no solo condenaban eso con sentencias de «si usted no estudia, no es bueno, no demuestra calidad, ¡lo mando a coger café!». Corren solícitos a tapar el sol con las manos, para que el productor de café continúe clamando al cielo por cosecheros venidos de cualquier infierno, de donde obviamente no solo traen calistenias diversas, sino vicios y marrullas que afectarán el clima de sus paraísos. Eso «enriquece» sus predios, sus fincas y hasta sus propios hogares al dejar caer de las uñas los filamentos que traen de algodón y otras fibras que cosechan y también escupen restos de hojas de coca o soplan los humos de canabis, ahora en vía de santificación con el rótulo de «medicinal». Y aportan nuevas pulgas para engordar.
Por ese camino, la de vacunas les parece una campaña vulgarmente publicitaria y comercial. Prohibir la Navidad, si lo estiman como un argumento científico. ¡Inteligentes!
Se dan no solamente por estos lares. Quejas sobre el tema hay también en sitios y medios informativos europeos, porque la pendejada no es solamente un matiz de la malicia indígena. Es un patrimonio paisajístico y arquitectónico de la humanidad entera ¡tan inteligente!
Ahora viene la discusión más aguda: me vacuno, o no doy esa papaya para que por la inoculación de ese principio activo de los virus que se combate, puedan entrar otros agentes de dominio sideral, cibernético o simplemente lunar. ¡Lunáticos! Están aullando a la luna, dialogando con las estrellas y ahogando toda esa sabiduría en sus propias babas.