Por LUIS FERNANDO CARDONA G
Su aspecto es el de un folletín. Apenas 94 páginas y no más de un cuarto del tamaño de una hoja de carta. Sin embargo, su inmenso contenido ha trascendido los años y las fronteras. Su lectura fue obligatoria en nuestra niñez. En las aulas de clases, algunos maestros lo recitaban de memoria y al hablar con nuestros padres les recordaban que su observancia podría ser el camino a la convivencia tanto al interior de los hogares como en de la sociedad. Me refiero al Manual de urbanidad y buenas maneras, conocido popularmente como Manual de Carreño, escrito por el venezolano Manuel Antonio Carreño en 1853, obra que contiene lecciones y consejos sobre cómo deben comportarse las personas en lugares públicos y privados. El autor lo definió de esta manera: “Llámase urbanidad el conjunto de reglas que tenemos qué observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia, atención y respeto que les son debidos…” El Manual contiene fórmulas para interactuar con los semejantes en cualquier circunstancia sin lastimar ni causar menoscabo. Temas como el aseo y la presentación personal, el modo de conducirnos dentro de casa, o en diferentes lugares fuera de ella, en los viajes, en sociedad, en la mesa y en los lugares públicos, son abordados con abundancia en recomendaciones que, a quien las practica, le deparan el respeto general y la plena admiración de la colectividad. Al referirse a la conversación, por ejemplo, el autor manifiesta que: “Nada hay que revele más claramente la educación de una persona que su conversación”. Y en torno a las relaciones con los vecinos, Carreño expresa: “El derecho que nos da la propiedad o arrendamiento de un edificio, para proceder dentro de él de la manera que más nos plazca o nos convenga, está circunscrito a aquellas acciones que en nada se oponen a la tranquilidad de nuestros vecinos, ni a las consideraciones que les debemos cuando se hallan bajo la impresión del dolor o de la desgracia.*
Triste, pero cierto: un día no muy lejano del cual no quisiera acordarme, alguna autoridad nacional decidió suprimir la Urbanidad del pensum escolar en el área de Sociales por considerarlo inocuo. Quizás lo consideraron innecesario o, peor aún, lesivo al libre desarrollo de la personalidad sin dimensionar en lo que podría involucionar este bípedo omnívoro que llamamos hombre, cuando ya no existieran los diques que enaltecían a quienes los practicaban, distinguiéndolo de aquellos cuyos vulgares comportamientos los tornaban en indeseables.
Sin pecar de fatalistas, y lejos de incurrir en la expresión: “Todo tiempo pasado fue mejor”, somos muchos quienes hoy lamentamos el desconocimiento generalizado de aquellas normas de convivencia que con celo observaban nuestros mayores, especialmente en sus actuaciones públicas.
Las conversaciones altisonantes, las reacciones airadas, incluso las celebraciones desbordadas, el irrespeto a los mayores y a las altas dignidades, y el desconocimiento y desdén de éstos hacia sus servidores, las palabras soeces al interior del hogar y hacia los vecinos y amigos, en fin, comportamiento agresivo y a veces alevoso en casa y fuera de ella, son el origen más frecuente de riñas y agresiones. Y saber que en ocasiones una mala palabra puede ser la chispa que detone una tragedia. Mientras tanto, el Manuel de Carreño reposa en el último rincón de empolvadas bibliotecas o perdido en la soledad del cuarto de san alejo.
*(Carreño, Manuel Antonio. Compendio del manual de urbanidad y buenas costumbres, página 51, Conducta en la casa, Articulo VII, Del modo de conducirnos con nuestros vecinos).
Respecto Director: que interesante poner el tema del Manual de Urbanidad y Buenas Maneras , ejemplo de moralidad, civismo y ética , para,el desempeño social del ciudadano .
Indudablemente, la urgencia de que retomamos como docentes y padres la formación del hombre en sus años primeros.