Pocos perciben la importancia y el inmenso valor que ha significado el papel de un hombre de raíces paisas, ajeno a nuestra tierra, que llegó para poner su trabajo y su tesón al servicio de nuestra impronta y todo el entusiasmo para ayudar en la construcción de nuestra identidad. A veces nos llegan foráneos que se insertan en nuestra sociedad y cumplen un papel protagónico hasta dejar huellas perennes. Quizás sea esa la razón para ufanarnos del talante que nos ha caracterizado siempre hasta el punto en que nuestra plaza de Bolívar exhibe orgullosa una placa que exalta ese sentimiento: «aquí no hay forasteros todos somos pereiranos». Nos hemos preciado a través de la historia de ser una ciudad abierta y cívica, aunque nos quejemos en la modernidad de haber perdido ese gran valor que es el civismo, cimiento de las grandes hazañas y conquistas de los pereiranos.
Me rindo a los pies de este personaje. Hacía muchos años alguien no hacía tanto por nosotros, por la pereiranidad. Aunque a algunos les parezca exagerado puedo afirmar sin ambages que la ciudad es otra a partir de este protagonista. Hemos vuelto a sentir que el pecho se nos hincha de orgullo con la sola mención del nombre de nuestro terruño: Pereira. Los colores de nuestra bandera han adquirido un brillo sin precedentes que nos encumbra en el concierto nacional. Quizás no quede nadie en la patria que no reconozca en el amarillo y rojo los colores que identifican nuestra tierra. Y que estos logros se originen en el trabajo de un huésped ajeno a nuestra historia, pero cargado de valores humanos, es algo que deslumbra. Un hombre sencillo, con una inteligencia emocional desbordada, afable, metódico y sobre todo un maestro.
Ese es Alejandro Restrepo Mazo, ese medellinense que vino a enseñarnos y se insertó en nuestros corazones. Rompió ese hechizo histórico que tenía el Deportivo Pereira. Carecíamos de estrellas y subcampeonatos y nos habíamos conformado tristemente con una presencia mediocre y pordiosera en el evento deportivo más arraigado en el corazón de los colombianos. El logro más grande que habíamos alcanzado era salir campeones de la segunda categoría para regresar así al grupo élite del fútbol, pero a pasar vergüenzas. El éxito alcanzado en el 2022 poco puede atribuirse a la dirigencia del equipo o a otros actores. Con una nómina como esa solo un milagro nos podía llevar a grandes cosas. Y ese milagro se llama Alejandro Restrepo.
La ciudad ha quedado por siempre marcada y eternamente agradecida con este caballero del fútbol. No es solamente el título conseguido, es el despertar de nuestro civismo perdido. Nuestros niños y jóvenes por primera vez se sienten orgullosos de ser pereiranos y de ser hinchas de este equipo, en contraste con el pasado en el que vimos con tristeza como las generaciones pretéritas se sumaron a otras hinchadas como la de Nacional o América, avergonzadas de sus raíces. Hoy ser pereirano es otra cosa. Y eso es gracias a este paisa.
Insto al alcalde y a las autoridades locales a que le hagan un homenaje justo a quien se lo ha ganado con creces. Y debe ser en la Plaza de Bolívar, ícono emblemático de nuestra ciudad. Miles de pereiranos estaríamos allí para decirle a Alejandro que lo sentimos como hermano y coterráneo, que le agradecemos lo que ha hecho por nuestra ciudad y que quedará para siempre grabado en nuestros corazones con tinta indeleble amarilla y roja. Si se queda algún tiempo más con nuestro equipo lo sabremos apreciar y si se va, buen viento y buena mar pereirano del alma.
Genial!!!
Merecida nota, sentido texto y muy oportuna la idea del Homenaje.
Lo apoyo en un 100 por 100.
Què bueno que el reconocimiento se diera bien pronto, antes de que un muy buen ofrecimiento económico (culpa de la rara perversión), se lo lleve a otro equipo, y tengamos que aplaudirlo, abrazarlo y contemplarlo con ese sentimiento de buen pereirano que tenemos todos los que, como mi hijo, furibunda hincha del pereirita, celebramos los triunfos de esta hermosìsima perlita del Otùn.
Bien pensado.