Cada que uno llega del Festival de Cine a casa, todo el mundo pregunta: “Por qué no estás quemado de la playa?”. “Mucha rumba?”. “Qué tal las fiestas?”. Y uno debe limitarse a dejar ver la sonrisa con la que Dios nos trajo a este mundo y sin molestarse, sencillamente mostrar y demostrar que fue a esa bella ciudad a otras cosas, que, de verdad, son mucho más importantes.
Las playas, las fiestas, las rumbas, miles de mujeres y otras muchas cosas, bastantes, se ven en las películas que allí se proyectan y eso ya es suficiente.
Un evento como este, no debe desperdiciarse, pues las personas que llegan de todas partes del planeta, traen consigo infinidad de sorpresas, conocimientos, enseñanzas y experiencias, que cuando se comparten, nos las comparten, la vida uno siente, se hace más agradable, más emocionante.
Las conferencias (o Master Class que llaman los más elegantes), los conversatorios, las Ruedas de Prensa con los protagonistas en todas las áreas de la industria del cine, las películas que se proyectan y otras muchas actividades que un evento como este programa, no se repetirán fácilmente jamás y desaprovecharlos, sería un pecado. Caminar por las calles de esa ciudad que tiene murallas y castillos, con sol y brisa a toda hora, y toparse con los más importantes realizadores de cine del mundo en la calle, con actrices de muchos kilates, con teóricos de la imagen de primera línea, con inventores de historias que han pasado por las más finas y elegantes pantallas de cine del planeta y que han ganado premios, no es común en las demás ciudades que conforman nuestra geografía patria. Y cambiar estas posibilidades por ir a la playa a mirar al sol mañanas y tardes enteras o por fiestas fofas donde no se ven sino disfraces de todo tipo, en pobres y precarias escenas donde la gente que participa hace siempre el papel de lo que sueña inútilmente con ser, creo, no es muy buen negocio que digamos.
Cambié (y lo hago siempre), por eso llego igual de blanco a casa, el calor de la calle, por el “aire acondicionado a frío” de las salas de cine y los auditorios y los patios de las bellas edificaciones, para sumergirme en un espacio modo cine todo el tiempo y por ello puedo contar entre otras, estas cosas:
Vi cintas magistrales, hermosas, potentes, poderosas, envidiables: “La piel en primavera”, colombiana y chilena, de muy buena factura; “En el verano”, Estados Unidos y México, con un excelente actor protagonista; “Igualada”, sobre nuestra vice presidenta, cálida y sincera, sobre su vida y obra y por qué le estorba a mucha gente, hecha por tres países, Colombia, México y Estados Unidos; “MALTA”, colombo argentina; “MALQUERIDAS”, chilena, de la joven Tana Gilbert, la que considero como la mejor película del Festival, hecha con celulares y a escondidas en cárceles donde no es posible nada, ni vivir, con la imaginación y el talento de quien quiere contar una o varias historias que duelen, que llegan al alma. Una cinta sin actores, pero con personas que son verdaderos (verdaderas) héroes; “PEPE”, entre República Dominicana, Namibia, Alemania y Francia, que le apunta por intermedio de los hipopótamos de un narcotraficante muy conocido mundialmente, a cuestionarlo y odiarlo por salvaje en más de una forma. El hipopótamo hace de narrador en “off”. ¡Genial!
“O Corno”, cinta española portuguesa y belga, extrañamente bella; del ganador del ÓSCAR de la Academia iraní, “Buscando a ELLY”, una de las cintas que muestran porqué es un habilidoso contador de historias el señor Asghar Farhadi; y de Isabel Coixet, inteligentísima realizadora española, “Mi vida sin mí”, una dura cinta que cuestiona y nos cuestiona valiéndose de la fuerza de la comunicación entre las personas, cuando se le ha puesto fecha a una muerte a causa de una grave enfermedad.
Vi y hablé, así fuera unos pocos minutos, con personalidades como don Javier Quintas el realizador de la exitosísima serie “LA CASA DE PAPEL”, quien nos mostró su tatuaje de Spielberg en su mano izquierda, que señala la dificultad de fotografiar el horizonte y quien nos contara sobre sus proyectos y frustraciones, con una inteligencia desbordante; con el Maestro Asghar Farhadi, el iraní que es actualmente uno de los mejores realizadores de cine del mundo y quien tiene en su biblioteca dos premios de la Academia de Ciencias y Artes de Hollywood, y obvio, con la inteligentísima Isabel Coixet, que demostró en su conversación con el público (más de doscientas personas en el patio del Centro de Formación de la Cooperación Española), porqué en la actualidad, es una de las más importantes realizadoras de cine de Europa.
Reencontrarse uno con los amigos y amigas que llegan de varias partes del mundo para hablar de cine y conversar con el cine como pretexto para afianzar esa amistad, cuando se caminan las calles de esa icónica ciudad, los restaurantes donde cosas ricas se comen y beben, almacenes que asombran con sus artesanías y monumentos que cuentan calladamente miles de historias y que nos sirven para recordar a los amigos y amigas que se quedan en la ciudad de origen, son fácilmente gustos que nos llenan el alma de vida y nos ayudan a olvidar la realidad extraña que cotidianamente vivimos.
Por todo ello, es que me gusta llegar de Cartagena, después del Festival de Cine, como si hubiera estado en un pueblo cercano del eje cafetero, aguantando frío.
Por eso digo que al Festival de Cine de Cartagena se va a soñar. ¡Y entre más despierto, mejor!
Respetado Columnista _ Maestro:
Grandeza en la palabra.
Elocuencia mágica en la escritura, para llevarnos al conocimiento del Cine, en su contenido profundo.
Desconozco ese y muchas otras artes, pero con su enfoque navego, me deleitó y aprendo.
Gracias, por tocar la sensibilidad de quienes le leemos.: ( eruditos y aprendices, cómo yo)
Gracias, gracias.
Maestro, con esa descripción maravillosa del festival nos dejas antojados y comprometidos. Planearemos los compromisos y deudas para no perdernos esta invitación. Un abrazo.