Luis García Quiroga
No somos pocas las personas que tenemos profundas preocupaciones por la forma cómo en la ciudad se observa la necesidad imperiosa de un programa de Cultura Ciudadana sólido, autónomo presupuestalmente, de amplia cobertura y proyectado como política municipal y no de gobierno.
Y con mayor razón en esta dura cuarentena que, por las exigencias de la crisis sanitaria y los alcances de los riesgos de contagio, se hace aún más evidente el deterioro del comportamiento social, porque lo que está en la almendra de la cultura ciudadana es la ética social y la conciencia en torno al buen comportamiento ciudadano. Es un problema más grave de lo que parece.
Si uno le pregunta al alcalde de turno sobre cuál es su propuesta de Cultura Ciudadana, siempre dice que va inmersa en movilidad y espacio público.
Para no ir más lejos, lo mismo ocurre en Dosquebradas, sin que sea razonable que nunca las dos alcaldías han intentado siquiera un plan conjunto de cultura ciudadana. Eso hace que lo que entienden por cultura ciudadana termine en un lamentable e inane activismo.
El activismo es un fenómeno de acciones puntuales y aisladas que caracteriza a las administraciones que construyen planes de gobierno por proyectos, en los cuales los concejales de las coalición suelen sacar pecho porque sacan provecho burocrático y económico por la vía de los contratos basura, nunca mejor definidos, pues el activismo no tiene impacto, ni sostenibilidad en el tiempo y termina como un gasto anodino.
Fue durante la alcaldía de Mokus que Bogotá dio ejemplo y modelo internacional de Cultura Ciudadana. Entre 2007 y 2012 viví la experiencia de ver y escuchar a los bogotanos lamentándose de que ningún otro alcalde dio continuidad al programa de Cultura Ciudadana “y hasta las cebras se borraron”.
En Pereira ha habido esfuerzos serios de programas estructurados de Cultura Ciudadana durante las administraciones de Martha Elena Bedoya (Ciudad de Encuentro), Juan Manuel Arango (Pereira ConVida) entre el 2000 y el 2007. Luego el alcalde Enrique Vásquez hizo una convocatoria al empresariado y con el apoyo de la Cámara de Comercio se intentó el programa Pereira Te Acerca, no de gobierno sino de ciudad. Llegó a tener más apoyo empresarial que los de Bedoya y Arango.
Juan Pablo Gallo intentó liderar el programa de Cultura Ciudadana Pereira Te Veo Bien, lanzado con Mockus, Juan Luis Mejía, con Rocío Londoño, con la Sociedad de Mejoras, con niños, con bombos y platillos.
Digo que Gallo intentó porque el alcalde sobrevivió, pero Pereira Te Veo Bien se nos murió en el parto.
Es muy curioso analizar los hechos y ver cómo cada alcalde quiere avanzar pero con la condición sine qua non de poner su propio sello. O sea, son conscientes de que la comunidad necesita un programa de orientación comportamental, pero al final piensan más en ellos que en la ciudad. Como los emperadores romanos, ellos eran el principio y el final, y hasta se hacían erigir estatuas y elevarse al olimpo de los dioses.
Se olvidan que los alcaldes pasan y la ciudad queda. No le dan continuidad al anterior, aunque es válido destacar que siendo alcaldes políticamente antagónicos, al menos los mencionados, culturalmente han coincidido.
Hay mucho para decir de la pobreza de la cultura ciudadana en Pereira y Dosquebradas y seguiremos insistiendo en ello, pero por ahora tenemos la ilusión de que el alcalde Maya, que parece ser un tecnócrata sensato, ante la ausencia de la Cultura Ciudadana en el nuevo Plan de Desarrollo, recoja a Pereira Te Veo Bien, le de oxígeno presupuestal, resucite la criatura y lidere un proceso de poscuarentena que va a necesitar mucha, pero mucha cultura ciudadana. Como nunca antes, alcalde Maya.