En el año 55 A.C. el general Pompeyo costeó en el coliseo romano un combate mortal entre decenas de expertos gladiadores y algunos elefantes. Pero los animales eludieron luchar, dirigiéndose hacia las graderías en actitud que parecía suplicante: y entonces los integrantes de la plebe romana levantaron manos y voces hasta lograr que se les conservara la vida. En opinión del orador y filósofo Cicerón esos elefantes habían establecido una verdadera relación de comunidad (o «societas») con los seres humanos y por lo tanto merecían vivir.
En ese entonces sucedía que según leyes vigentes en ese mundo globalizado por Roma los animales no se consideran como personas sino como meras cosas sobre las cuales se constituyen derechos de propiedad, para usar, disponer y disfrutar de ellas a nuestro antojo. Y lo mismo sucedía con muchísimos seres humanos, pues la protección jurídica integral para nuestra especie solo se convirtió en paradigma universal a partir del siglo XVIII, con el auge de la filosofía de la Ilustración y su consagración política definitiva en la constitución de los Estados Unidos
Hasta ese momento las doctrinas políticas o religiosas -incluyendo el judaísmo, el cristianismo o el Islam-, consideraban perfectamente natural que existieran seres humanos a los cuales se les daba el tratamiento de cosas, como los esclavos y los siervos de gleba que se vendían con las tierras a las cuales pertenecían.
Hoy, filósofos como Peter Singer o Marta Nussbaum proponen un nuevo paradigma, consistente en reconocer a los animales, no humanos, ciertos derechos que les permitan llevar una vida digna: incluyendo adecuada nutrición, actividad física, vivir libres de dolor, sin temor, miseria o crueldades, no estar encerrados fuera de su hábitat natural; lo cual incluye entablar relaciones gratificantes para ellos. Y, si consideramos necesario sacrificarlos, tienen derecho a una muerte indolora. El hecho de que los animales humanos pensemos de manera distinta -como sucedió con la esclavitud, hasta la llegada de la ilustración en el siglo XVIII-, no autoriza a negarles esos derechos ¡El progreso de la conciencia ética en el siglo XXI así lo proclama!
AGM/17/01/2023