La oposición o incompatibilidad de ideas o entre personas ha existido siempre en este planeta desde que el ser humano genera la cizaña del desprecio, simplemente, por falta de afinidad.
La sentencia fraterna “Todos los hombres de la tierra, hermanos son”, se asemeja al mandato “ama a tu hermano” que sintetiza de manera filosófica (no religiosa) todos los consejos que hayamos recibido para tolerarnos, soportarnos y convivir sabiamente como sociedad organizada.
El antagonismo lo hemos alimentado de manera individual y como sociedad de muchas formas. Desde la irrisión o burla, pasando por la insidia o la mala intención, se ven comportamientos llenos de desprecio, rencor, odio, maltrato, discriminación, intolerancia, hasta el punto de no aceptar nada que provenga del “otro” y usando la calumnia, la falsedad, la trampa, la asechanza y hasta la interrupción de la existencia por cualquier método con tal de no ver a “otro” disfrutar la vida, lo cual se concreta en envidia, venganza y hasta la vileza de vivir envenenados contra todo lo que el “otro” hace o deje de hacer.
Lo curioso es que pocos se atreven a pensar (Como cuando señalamos a alguien con un dedo y los otros dedos también me señalan a mi) que lo que me fastidia es verme reflejado en el “otro”. Sus actos son los míos, aunque digamos “yo no soy así”. Es aceptar que me veo reflejado en él y que cuando lo veo en alguna condición que a mí me parece motivo de burla o ridiculización, debería decir: “ese soy yo, ahí estoy pintado; soy como él, él es como yo, no queda más que aceptar esta realidad”.
El antagonismo se refleja cuando usted sea bueno con equis persona, y todo lo que usted haga sea malo para ella. Inclusive, usted le ayuda y ella se beneficia y en alguna parte esa otra persona descubre alguna falla o imprecisión, solo por el prurito de sentirse bien al hacerlo sentir mal a usted. O cuando usted la benefició y aun así con toda la sorna, burla y sarcasmo dice “Yo lo hubiera hecho de tal manera” o “hubiera sido mejor si…”.
Esto se nota en el trato, en el tono, en el gesto que expresa falta de aceptación. Como cuando usted le pregunta a esa otra persona por algo y la respuesta es ¿Y usted es que no sabe? Y solo nos queda por responder que sí sabemos, “Solo que pregunto para hacerlo como a usted le parece que es la forma más correcta para que no se indisponga”. Aunque usted se lo diga así explicadito, a la otra persona no le importa, porque ella no se va a doblegar ni a aceptar alguna explicación suya.
En conclusión, esto no deja de ser un remolino de actuaciones repetitivas, simplemente, porque esa otra persona a usted ya lo tiene identificado como pendejo, se la tiene montada y a usted le toca decidirse por varias opciones. 1. Apartarse de la relación. 2. Confrontarla y discutir. 3. Demostrarle que a pesar de sus imperfecciones usted triunfa o sigue adelante o demuestra templanza al no dejarse subyugar por las críticas (Esto es para que ella tome de su propio veneno).
El punto 3, es importante o el más importante, toda vez que quien ve que sus insidias no molestan a quien se las quiere causar le toca tomarse su propio malestar y le sabe doblemente amargo.
A pesar de todo, subsisten espíritus buenos, que conscientes o no de su plan de trabajo en esta existencia hacen el bien por el bien mismo y aportan ánimo al progreso social, como cuando Fito Paez canta ¿Quién dijo que todo está perdido? yo vengo a ofrecer mi corazón.
Aunque solo sea eso, hay que ofrecerlo y darlo. Y #VamosPaArriba derribando antagonismos. Y si usted llegó hasta acá hágase las preguntas ¿A quién se la tengo montada? ¿Quién es mi antagonista para desmontar mi insidia y desprecio hacia ella? ¿Con quién debo ser más comprensivo y condescendiente?
Todo lo anterior, por nuestra salud mental y emocional.
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