Por: Luis García Quiroga
Escuchando con indignación la mayor babosada de la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez calificando de “atenidos” a los colombianos desposeídos, arruinados y abusados, vi también la espléndida respuesta del caricaturista pereirano Mario Hernando Orozco, Mheo, señalándola con el adjetivo demoledor, certero e históricamente irónico de, “mantenida”. Advierto que soy Mehosiano.
Mi madre que fue cuasi analfabeta, decía que mantenidos son los que viven a costillas de los demás. Su antagónico “atenidos”, desnuda al abúlico, aquel que de otra manera más nuestra, le decían mientras lo levantaban a escobazos: “Así no vas a ningún Pereira”.
Tratando de entender el alcance de los excesos de la retórica decadente de estos cabecillas encastados que llaman atenidos a los débiles, se me parece a los síntomas de la Revolución Francesa (1789) en donde los “nobles” no trabajaban, no pagaban impuestos, eran dueños del poder, de las tierras y las almas.
Y mientras en la patética y persistente negación de los derechos del otro, el pueblo abusado pide pan (en Colombia hoy como en la Francia de la época) las castas mantenidas se daban y se siguen dando la gran vida, porque aprendieron a hacer de la iniquidad, la inequidad y la corrupción, las formas para perpetuarse en el poder. Como si no supieran que todos vamos a morir.
Oyendo a Martha Lucía “La Mantenida” -la misma aspirante presidencial que no ha podido explicar a satisfacción el caso Memo Fantasma, ni cierto negocio inmobiliario en San Andrés Islas- es fácil concluir, que poco ha cambiado la historia de los mantenidos.
Es la misma narrativa recurrente de castas privilegiadas, despóticas y arrogantes que sólo destilan eufemismos y delicadezas cuando andan en gira electoral como vampiros sedientos de la sangre de los más débiles y necesitados que después desprecian. Se nutren del erario y se pasean de puesto en puesto y de contrato en contrato con la avidez de un hambriento. En el alma de esa gente, asuntan.
Sus mañas son conocidas. Van directo al grano, como cualquier concejal que luego de robarse la plata de las ayudas, totiado de la risa afirma que un pobre puede aguantar hambre un año; o como aquel concejal que justifica el cobro de bonos “para no tener que cometer corrupción”. Como si la conciencia ética fuera una silla que la puedes cambiar de posición a tu antojo. Si no fuera patético sería gracioso.
¿Cuál es la diferencia? Gobernar no es un discurso, ni una valla, ni un mercado. La sociedad necesita dirigentes que al servir con humildad destapen el tarro de las esencias y las soluciones.
Se requieren líderes transformadores que acompañen a las comunidades en procesos de construcción de vidas dignas. Dirigentes que pongan en el vértice de la política el humanismo, el respeto y la equidad. Pocos, casi nadie lo hace.
El lector dirá que estoy soñando porque tenemos sobrepeso de mediocres, mezquinos y mantenidos que no reconocen la sed con que el otro bebe.
Es probable que sí, que el columnista sea un pendejo ahora mirado con ojo rayado por los amigos de “La Mantenida”. Pero les digo lo mismo que a mi amigo y colega Nacho Osorio: Sólo falta que el país vote para presidenta por “La Mantenida”, para que por fin se escriba la última página de la historia de la estupidez humana, el único libro que nunca se terminó de escribir.
Invirtieron los papeles, al oír que les dicen mandatarios han creído que son los que mandan. El que manda es el mandante, soberano, el pueblo. Ojalá algún día todos lo entendamos y esto cambiará.
Cordial saludo, Luis.