En los últimos años, Colombia ha presenciado una alarmante metamorfosis en la gestión de sus territorios.
Lo que debería ser un ejercicio de responsabilidad pública se ha convertido en un «gran negocio» de dimensiones colosales, dominado por las tradicionales casas políticas que se baten en duelo en cada ciclo electoral, ansiosas por controlar el inmenso tesoro que representa el presupuesto multimillonario de las entidades territoriales.
Los recursos para este festín político, en los municipios por ejemplo provienen de diversas fuentes: impuestos, ingresos corrientes de la nación, regalías, venta de activos improductivos, recuperación de cartera vencida, entre otros.
Para ganarse el favor del electorado recurren a tácticas que van desde lo legal, hasta lo prohibido, incluyendo compra de votos, presiones indebidas, constreñimiento y coacción sobre los empleados públicos y contratistas.
Lo que cuesta adelantar estas campañas son sumas desmedidas y en muchos casos obscenas, que se pagan con préstamos extra bancarios que comprometen anticipadamente los recursos a recaudar en sus probables administraciones.
Los que financian las campañas se convierten anticipadamente, mediante pagares, en titulares de posiciones burocráticas o contratos jugosos, dando lugar a la conocida expresión: «En la contratación está el filón de la corrupción».
Movimientos políticos democráticos y conscientes han alzado su voz contra este flagelo que ha infiltrado la esfera pública, están haciendo un llamado a votar conscientemente, respaldando candidatos limpios y sin antecedentes de corrupción, comprometidos a administrar los recursos de manera honesta y en beneficio de todos los ciudadanos, sin excepción.
La corrupción política en Colombia se ha vuelto un obstáculo para el desarrollo de la democracia y el desarrollo del país.
La ciudadanía tiene el poder de cambiar esta realidad, apoyando a líderes que prioricen el bienestar de la gente sobre sus propios intereses personales y partidistas.
Es hora de rescatar la política de las garras de la corrupción y restaurar la fe en un sistema que debería servir al pueblo.
Todos podemos contribuir a la construcción de un entorno político más saludable, donde la política se base en principios éticos, morales y democráticos, y donde se respeten las diferencias ideológicas sin recurrir a ataques personales ni corrupción.
Excelente artículo Javier, solo en jas manos de ciudadanos honestos y libres, esta rescatar al país, del secuestro en que la corrupción lo tiene atrapado.