En este cinco de marzo, se cumplen cien años del nacimiento de Francisco Polanco Ripoll, que vio la luz del mundo en Guataquí (Cundinamarca) en 1924, radicándose luego en Pereira a partir de 1948 donde, relata el historiador Emilio Gutiérrez Díaz, “fue encontrando espacios para irse abriendo camino no solo en las cosas de su oficio mercantil si no del civismo de primera fila, de la política, del apoyo a toda obra de encomio ciudadano”. Aquí únicamente teníamos el viejo estadio en Libaré, el Mora Mora, y la destartalada cancha de baloncesto de la calle 19 (hoy Coliseo Menor), Polanco comprendió la necesidad de construir un barco seguro y llegar a puertos pretendidos como el de los X Juegos del 74 y otros. Fue el mentor de una idea que se consideró dentro del nuevo civismo adquirido, y resultó entonces la creación de la Corporación Deportiva Centenario de Pereira el 8 de marzo de 1961, y la exaltación de Polanco Ripoll en condición de presidente. Y ahí sigue una historia llena de penurias, sin retroceder en el objetivo de grandeza de una ciudad que se acercaba a 200,000 habitantes. El redoble del tambor llamó a un Convite para sellar la pretensión de tener un estadio mundial de fútbol y una Villa Olímpica. Y así lo ratificó la asistencia de más de 50,000 ciudadanos aquel 20 de julio de 1962. Esto lo consignó Francisco Polanco en su Historia Villa Olímpica de Pereira: “Desde la alborada se habían hecho sentir los voladores y la voz clara y aguda del Padre Valencia, invitando a dar la batalla por el progreso de la ciudad. Un cielo clarísimo permitió el resplandor de un sol intenso; grupos de jóvenes, de adultos y de ancianos aparecieron por las esquinas, unos a pie y otros en carretillas de tracción animal. Muchos se transportaron en vehículos. Lo importante era participar con entusiasmo y alegría de aquella fiesta que significaba la espontaneidad de un pueblo que con su propio esfuerzo quería forjar un mejor destino”.
Expresé en el libro publicado por El Diario, De la Aldea a la Ciudad: “Es menester hacer un reconocimiento especial y de justicia histórica a la memoria de Francisco Polanco Ripoll. Este personaje que, sin ser de Pereira, la amó tanto que la puso en el horizonte de su existencia para colaborar con su firme convicción de darle todo sin pretender recompensa a cambio. Cuando en 1960 se perdió la oportunidad en Cartagena de obtener la sede de los IX Juegos para hacerlos en 1.964, Polanco comenzó en el año 1.961 a conformar una organización deportiva sin ánimo de lucro, tendiente a arbitrar recursos y a mover opinión e interés para la construcción de una Villa Olímpica en terrenos adquiridos anteriormente por el municipio. De ahí partió el nacimiento de la Corporación Deportiva Centenario de Pereira con la participación de distinguidos ciudadanos, empresarios y profesionales que a lo largo contó también con unos fieles escuderos de los quehaceres operativos como Emilio Gutiérrez Díaz, Z. Santos y Henry Wolf, lográndose en el tiempo la consolidación y las transformaciones conocidas. Esa contribución al desarrollo de la región es una razón que enorgullece y a la vez es impronta de gestas cívicas de profundo calado. La semilla sembrada por Polanco Ripoll fue el verdadero preámbulo para lo que desembocó más tarde en la consecución y realización de los X Juegos Nacionales y otros eventos internacionales. La Corporación dicha ha sido la escuela difusora de un nuevo civismo y de la fe en poder ejecutar empresas de alta magnitud. Y eso es Pereira: una garantía para responder ofreciendo su historia de ayer y de hoy, de superación de dificultades, de iniciativas, de desafíos, de casi milagros de progreso. El bastión se encarna en la fatiga de un hombre de entereza y visión: Francisco Polanco Ripoll”.
Pereira está en deuda con él; en verdad que un líder de este talante a quien conocimos, respetamos y nos inclinamos reverentes, no puede pasar de incógnito en la irrupción de las nuevas y de las por llegar generaciones. Quien olvida sus soportes históricos, no tiene historia ni conciencia, y es un deber de las autoridades promover la memoria de sus grandes servidores. Al menos, una obra pública debe llevar su nombre. Murió en 2010 a los 86 años. Honor y Gloria en su centenario.
Sin duda un hombre cívico y patriota pero lo mejor es que era un gran hombre lleno de valores que se preocupó por enseñar a todas las personas que le rodeábamos , incluso se tomaba el trabajo de hacer conferencias en los Colegios para formar a los jóvenes en valores fue un excelente amigo y jefe, fui Su secretaria por muchos años y para mí siempre tuvo Mi mayor respeto y admiración por ser un hombre íntegro y de valores. Att Carolina Salazar