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LUIS FERNANDO CARDONA
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ActualidadCharles Bukowski, el poeta tirado.

Charles Bukowski, el poeta tirado.

Conocido en la literatura como el último de los poetas o escritores malditos estadounidenses, Charles Bukowski, que vivió a lo largo y ancho del siglo XX, hoy, en el siglo siguiente, suscita la lectura de otra cualidad suya en este lector, el que a ustedes les escribe para exponerla.

Bukowski es, sin duda, un afiliado a la literatura universal. Por un lado,  ya tergiversado, ya citado o ya utilizado impropiamente como nominativo de autoridad para validar frases de naturaleza bohemia en redes sociales, ha sido leído por una buena parte de los internautas activos. Eso lo hace, sin duda, un artista atemporal. Por otro lado, vale decir lo evidente: su influencia en los lectores de libro, de los que acuden a su universo de manera directa, personal; de los que entran a los libros como si estos fueran alguna habitación de sus casas; a quienes les es familiar vivir con libros ¡y además leerlos! Decir, pues, de estos lectores con respecto a Bukoswki, que es muy seguro – razón de su inmanencia literaria – que le hayan mentado, o le hayan oído mentar de una manera afectiva, o por el contrario absoluto, de manera repulsiva, pero en cualquiera de ambos casos involucrándose el ser emocional en el juicio. Pues esto es lo que suscita este autor, quien hizo de su vida espinosa un libro abierto, y a través precisamente de los libros: suscita, pues, ya bueno, ya malo, el sentimiento; penetra la sensibilidad.

Sobre el sufrimiento, no expresado solamente sino vivencial, probablemente se haya construido su universalidad. Alguna vez hablé con un poeta de mis afectos, y me decía que las personas que leen poesía y la consideran bonita, es porque rescatan cierto goce de atestiguar el sufrimiento del poeta que plasmó los versos con su sangre. Por lo menos en este caso bien se da lo dicho. Puedo estar seguro, y estoy, de que su difusión en nuestra cultura no se ha venido dando de manera progresiva por una razón diferente. ¿Ha de ser que saber al otro sufriendo enmarcado en un personaje literario, o en una estrofa, o en alguna manifestación literaria, libera al lector de su propio sufrimiento mientras lee al menos? Pues quién no ha sufrido, quien no ha sido uno de los personajes de Bukoswki; más allá, cuántos no han sido el mismo Bukoswki.

Naturalmente, esta forma de escritores, después de alcanzar cierto radio se riegan por todo el mundo. La literatura de Bukoswki, afiliada al realismo sucio; como la de Kafka, afiliada al absurdismo, y a la sospecha ciertamente, aunque no haya sido declarado; y la de Dostoievski, afiliada al realismo psicológico, siendo los tres autores precursores en sus campos, es una literatura que contagia las almas de una enfermedad particular: les hace ver lo irremediable y lo inevitable de la corporalidad y de la carnalidad. En esta transición del alma al cuerpo se elimina el pecado, porque el deseo, que es aliciente primero del cuerpo, que mueve las voluntades, no es un pecado.

Este autor es el redentor de los trotadores del bajo mundo, de los que se codean con la miseria más pronunciada, de los que construyen, sin intención de construir nada, su vida, en las situaciones más desfavorables para construir una. Por eso tan universal, porque rescató, en varios rincones del mundo, la carnalidad que varias almas de seguro no sabían que llevaban a flor de piel, o sencillamente no querían aceptarle. Es el delator que hace efecto cuando purga las almas y les revela en su originalidad.

En “Mujeres”, como en otras de sus novelas, Bukoswki se refleja en Henry Chinaski y explicita, todavía más allá, la vida explícita de un hombre de comportamiento explícito, en situaciones absurdas por explícitas -como si la existencia fuera tan precisa en propiciar ese tipo de acontecimientos-, sin embargo, particulares y perfectamente susceptibles a la realidad de todos los lectores, donde ellos mismos podrán reconocer, o no, momentos puntuales de su vida, siempre y cuando estos hayan aceptado la premisa del ser carnal y corporal. Alguien jamás aceptaría ser un ejemplo bukowskiano si se avergonzase de ser hombre, ese alguien evitaría a toda costa ese reconocimiento, aunque fuera el ejemplo preciso.

En esta narración sucumben el puritanismo y la moralidad ante un pecado original, siendo que este es original no solo sobre los pecados consecuentes, sino sobre todas las almas. Es fácil encontrar los sujetos de esta transición, personajes política y cívicamente correctos que se sorprenden ellos mismos dando libertad, con intensa alegría, al deseo sublimado en actividades cotidianas durante años.

Se debe decir que la soberanía con que Bukoswki les expone (a Chinaski, las situaciones, los demás personajes) es solo suya. Para él no solo no existe el pudor, pues parece que nunca hubiera considerado adoptarlo, sino que alcanza en su desvergüenza un nivel absoluto de sinceridad, es decir, nunca acude a la mentira en sus personajes para que estos se desarrollen en su deseo. Destaca el ser sensible sobre el ser moral, pero sin prescindir nunca de la cabalidad. Todos sus personajes son exactos y coincidentes, en su propósito, consigo mismos primero, y con su entorno después.

La manera, pues, en que abarca Charles Bukowski al hombre pasional (que hasta aquí se explícita en su obra) es abierta, pues es él mismo el más sincero de todos sus personajes novelados. Su jerga es tirada, las oraciones parecen arcadas que anteceden una trasbocada, sin miramiento alguno. Y antes de esto su expresión es poesía, y es de esa poesía que surge la náusea que desemboca en vómito compulsivo.

“Cecilia […] Vio las caléndulas. Se dirigió a una mata y metió la cara entre las flores, acariciándolas     con los dedos.

  • ¡Oh, son tan bonitas!
  • Se están muriendo, Cecilia. ¿No ves lo mustias que están? La contaminación las está matando.

[…]

  • ¡Hay pájaros por todas partes! ¡Centenares de pájaros, Hank!
  • Y docenas de gatos”.

Digo, con precisión, que Bukoswki mira el mundo, a las personas en el mundo, y encuentra cuerpos, y duda de las almas: “Ahora estaba explicándonos que los animales también tenían alma. Nadie se los discutió. Era posible, lo sabíamos. De lo que no estaba seguro era de si la teníamos nosotros”. Los cuerpos son lo tangible, lo tangible está siempre presto a la sensibilidad. De su sensibilidad nace su poesía, y con ella se expresa. Es el poeta tirado, el que se entregó a la fauna a la que consideró que todos pertenecen, pero niegan. Él se reconoció allí.

El poeta tirado, pero no tirado de cualquier manera. Casi parece colocado sin su sutileza, como libro fotografiado que encabeza esta reseña, tirado sobre la hierba, natural, aceptado por sí y por su entorno, el que lo cobija con decoraciones.

2 COMENTARIOS

  1. Sueño con generaciones que hagan poemas alegres, felices, viajeros, soñadores, inspiradores, voladores, amantes del otro, «ni un sólo poema oscuro o inicuo» el arte de la poesía debe y tiene que ser para crear Luz siempre en cada siglo evolucionando desde el arte para el ser, sin tristezas que atraen más y no vinimos a eso, reír de todo así duela, ríe con dolor y ganarás, así es el sistema inmunológico para vivir, de lo contrario el fin será la meta.

  2. Me sigue pareciendo que escribes muy bien, de Bukwoski nunca he leído, ahora me motiva tu escrito para hacerlo.
    La tristeza tan inherente al ser humano siempre es y ha sido una fuente de inspiración para los poetas.

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