Por GERMÁN A. OSSA E. (Geross)
Hace algunos años vengo haciéndole un seguimiento a Will Smith, ese rapero y actor negro norteamericano que goza de prestigio y muy buena aceptación en los círculos cinéfilos tanto gringos como en muchas partes del mundo. Además, es muy taquillero y con muchas de sus películas ha logrado hacer una fortuna, esa que, de verdad, es envidiada por muchos actores y artistas que, aún siendo notables, no gozan de esa misma esa felicidad.
Will Smith estaba destinado a desarrollar su carrera en la música cuando, en 1989, conoció a Benny Medina, productor ejecutivo de la Warner Music, quién le dio el papel principal en la serie de televisión ‘El Príncipe de Bel-Air’. Una serie que le proporciona gran popularidad y le permite iniciar su carrera en el cine. En 1992, protagonizó la comedia ‘Made in America’.
En 1995, Will Smith se luce a nivel internacional con su papel de policía imprudente y seductor en el éxito de taquilla ‘Dos policías rebeldes’. Al año siguiente, confirmó su ascenso meteórico en la superproducción ‘El día de la Independencia’. Sobre la base de su talento para la comedia, el actor aparece en las divertidas ‘Men in black’ y ‘Wild Wild West’. Pero también demuestra que es capaz de papeles más complicados como lo demuestra con su presencia en el drama ‘La leyenda de Bagger Vance’ (2001).
Después de su sorprendente composición del boxeador Muhammad Ali en 2002, se reencontró con dos de sus personajes favoritos de Agente J en ‘Hombres de Negro 2’ y Mike Lowrey en ‘Dos policías rebeldes 2′. Actor de gran demanda en Hollywood, se hizo con el papel de detective en la futurista, ‘Yo, Robot’, que adaptaba una obra de Isaac Asimov.
Al año siguiente, rueda la comedia dramática de Gabriele Muccino, ‘En busca de la felicidad’, que le permite rodar junto a su pequeño hijo Jaden Smith. Más tarde se enfrentaría a una horda de zombies sedientos de sangre en la adaptación libre de la novela de culto de Richard Matheson, ‘Soy leyenda’. Will Smith encarna a continuación al superhéroe ‘Hancock’, antes de regresar en 2008 junto al director Gabriele Muccino, en ‘Siete almas’.
Revisando el catálogo de NETFLIX, nos encontramos ahora de este actor, una cinta que pese a las duras críticas que recibió en los años 2016 y 2017, quise verla para ratificar mi apreciación sobre su capacidad histriónica y el reconocimiento que me gusta hacerle por su capacidad para interpretar diversos personajes, en los que entrega con muchas ganas gran parte de su alma con el fin de halagar a los espectadores que le siguen y admiran. Y a pesar de que en una nota sobre la cinta publicada en el diario La Nación, que no le da mucho crédito a su calidad, debo reconocer que es una película que bien vale la pena mirar por los tantos temas interesantes que la adornan, la justifican y le dan un muy buen peso específico.
Se trata de Belleza inesperada (Collateral Beauty, Estados Unidos/2016) dirigida por David Frankel y en la que acompañan a Will Smith, actores de la talla de Edward Norton, Kate Winslet, Helen Mirren, la hermosísima Keira Knightley, Michael Peña y Naomie Harris.
David Frankel había dirigido comedias agradables y ligeras como El diablo viste a la moda y Marley y yo. El comentarista anota en su texto que esta cinta parece más una clase de autoayuda que una película “importante”, sencillamente porque ella arremete de manera sutil contra las emociones encontradas en el espectador que se adentra demasiado en ella.
Will Smith encarna a Howard, el dueño de una agencia de publicidad cuya vida se ha arruinado por completo, tras la muerte de su hija de seis años a causa de un extraño cáncer. Sus tres socios y amigos (Edward Norton, Kate Winslet y Michael Peña), quieren hacerlo reaccionar -y de paso vender la compañía para salvarla de la quiebra- y para ello contratan a tres actores de teatro (Helen Mirren, la bellísima Keira Knightley y Jacob Latimore), para que interpreten a las tres abstracciones (la Muerte, el Amor y el Tiempo) con las que Howard se “comunica” a través de cartas que deposita en buzones. Un elemento súper original de la película que difícilmente puede encontrarse en una cualquiera de las películas de autoayuda que sus críticos quieran mencionar.
En esta fábula navideña sobre el dolor, la culpa, el duelo y las segundas oportunidades (otro de los personajes, por ejemplo, sufre un cáncer terminal) es ambientada en Nueva York. La hermosa ciudad aquí nos regala unas bellas imágenes de manera incidental.
Vuelvo y digo, pese a que muchos críticos arremetieron contra ella, vale la pena.