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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

CulturaCineCine para El Opinadero - “El Agente Topo”

Cine para El Opinadero – “El Agente Topo”

GERMÁN A. OSSA E.

Linda película que nos adentra en una historia que es desde todo punto de vista interesante. Es una cinta que puede ser documental y es una cinta que puede ser ficción. Pero es una película hecha por una realizadora que se reconoce en el mundo del cine, por la calidad de sus documentales.

Uno no sabe si en ella participan actores y actrices (veteranos todos) profesionales, o actores naturales, o si todos los que aparecen en escena, son verdaderamente habitantes que por su edad, sus familiares han depositado en una casa de guarda mientras la ancianidad se las va llevando para la otra vida y sus herederos descansan de su manutención.

Una cinta con un guion perfecto (la historia está bien contada, bien planteada, perfectamente coherente), lo que ayuda a calificarla como ficción, porque es una historia obligada a ser contada como su directora quiso. Una cinta con un perfecto ambiente, locación y territorio donde lo que se vive, se asemeja a la realidad de un ancianato, ese tétrico espacio al que se condenan los seres queridos, cuando van dejando de ser queridos, por los hijos que sólo quieren la comodidad y la libertad, lejos de cualquier compromiso, lamentablemente.

Maite Alberdi Soto (Santiago, 29 de marzo de 1983), su directora, ​ es una realizadora audiovisual, guionista y crítica de cine chilena. Fundadora de Micromundo Producciones, desde junio de 2018 es miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas estadounidense, es decir, puede calificar cintas de su género para los premios Óscar.

Es reconocida internacionalmente por sus documentales La once (2014),​ y Los niños (2016),​ por los cuales obtuvo el premio a la mejor dirección femenina documental en el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA),​ el más importante del mundo en su género, y El agente topo (2020), nominado al premio Óscar al mejor largometraje documental.

Es directora audiovisual de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y también licenciada en estética y en comunicación social de la misma universidad. Ha ejercido además como montajista, sonidista, productora ejecutiva y directora de fotografía en diversos filmes y documentales chilenos.

                                           Trayectoria

Su primer micro documental, Carrete Down (2004), fue galardonado en el Festival Audiovisual de Discapacidad «Un minuto del otro». El segundo, Los trapecistas (2005), ​ reflejó la historia de dos niños que deben abandonar el circo en el que viven, obtuvo el premio al mejor documental de Escuelas de Cine y Audiovisual, en el Festival de Cine de Viña del Mar en 2005. En 2008 dio vida al cortometraje de ficción Las peluqueras. ​ En 2011 debutó en el género del largometraje documental con El salvavidas, la insólita historia de un salvavidas del litoral central, cuyo afán era evitar el agua a toda costa. Fue coguionista del largometraje documental Propaganda (2014), de Christopher Murray e Israel Pimentel Bustamante. En 2014 llegó el reconocimiento internacional con el documental La once, el retrato de un grupo de ancianas, amigas de toda la vida de su abuela Teresa,​ nominado a los premios Goya, como mejor película iberoamericana y que obtuvo el premio a la mejor película y mejor director en SANFIC en 2014, así como galardones internacionales al mejor documental dirigido por una mujer en IDFA, mejor documental en el FIC de Miami, FICCI Cartagena, EIDF-EBS Corea, DocsBarcelona y en el FICG de Guadalajara. Fue coproductora ejecutiva del filme de ficción La vida secreta de las plantas (2015), de Sebastián Brahm. En 2016 el documental Los niños, que sigue la vida emocional y laboral de un grupo de jóvenes con síndrome de Down, obtuvo numerosas distinciones internacionales entre las que destaca mejor documental en DocsBarcelona.​ En tanto, el micro documental Yo no soy de aquí (2016)​ ahondó en la difusa existencia de ancianos inmigrantes aquejados por demencia senil y alzhéimer.

EL AGENTE TOPO

En el Festival de Cine de Sundance se estrenó su cuarto largometraje, El agente topo (2020),​ que obtuvo el premio del público en el Festival de San Sebastián​ y fue seleccionada por la Academia de Cine de Chile como candidata a los premios Goya a la mejor película iberoamericana y Óscar a la mejor película internacional.​ Fue nominada al Goya a la mejor película iberoamericana, a los Premios Independent Spirit al mejor documental y al Óscar al mejor largometraje documental.​​

OPINIONES

La crítica de cine Marta Medina dijo de “El Agente Topo”: «¿Esto es un documental o una película de ficción?», es casi lo primero que se plantea el espectador al enfrentarse a ‘El agente topo’, el último film de la directora chilena Maite Alberdi que, después de empezar su andadura en el Festival de Sundance de 2020 y de una temporada de premios más que prolífica —salvo, inexplicablemente, en el caso de los Goya—, competirá el 25 de abril por el Oscar a mejor documental. Con esta coproducción chilenoespañola, Alberdi ha desdibujado aún más si cabe las débiles fronteras entre la ficción y la no ficción, disciplinas cada vez más híbridas, más interconectadas gracias a unos códigos flexibles y mutantes, lo que exige al creador un mayor esfuerzo formal para encontrar nuevas maneras de narrar historias. La ficción busca parecerse a la realidad, mientras la realidad busca parecerse a las películas.

«¿Cómo es posible que esto sea un documental?», es casi lo segundo que se plantea el espectador al enfrentarse a ‘El agente topo’. Desde que empezó a dirigir largometrajes en 2011, esta cineasta chilena se ha comprometido exclusivamente con el género documental, pero siempre buscando una voz fuera de las convenciones. En ‘El agente topo’, Alberdi se apoya en un estilo cercano al ‘noir’, al cine de investigaciones, para cuestionar el lugar que ocupan las personas ancianas en la sociedad actual, muchos de ellos abandonados en residencias de ancianos, sin apenas visitas y con el único calor emocional de los trabajadores y los compañeros del centro, conformando una familia involuntaria.

Todo lo que ocurre en pantalla es real, aunque parezca imposible. Aunque es inevitable —y el film no lo esconde— una autoconsciencia tanto de los protagonistas como de la autora que derivan en una teatralidad buscada, también reforzada por unos hechos reales que rozan la inverosimilitud: una agencia de detectives chilena contrata a ancianos jubilados para infiltrarlos en las residencias de ancianos para que las familias de los internos se cercioren de que están siendo bien o mal cuidados. No son pocas las veces en las que casos de maltrato en este tipo de centros han saltado a las portadas de los periódicos en un momento en el que la movilidad laboral y las jornadas de trabajo infinitas dificultan que los núcleos familiares puedan facilitar los cuidados de sus mayores. Alberdi comienza rodando los ‘castings’ para encontrar, a su vez, al anciano que se infiltrará en la residencia y a quien será el protagonista de su película: Sergio Chamy, un octogenario en plenas facultades, entrañable y empático que es el gran aval del film. Como si de una comedia se tratara, observamos cómo Chamy se prepara su papel de espía con las consiguientes dificultades a la hora de manejar las tecnologías: cómo hacer una videollamada, cómo grabar un vídeo, cómo mandar una nota de voz. Pero bajo la risa subyace el drama de una generación para la que el mundo hipertecnológico de hoy resulta hostil y que cada vez los desconecta más de su entorno y los recluye en esas reservas de ancianos que, al menos, son una réplica inexacta y decadente del tiempo al que pertenecen.

Chamy, integrado como un residente más, debe encontrar a la madre de una de las clientas de la agencia de detectives, que sospecha que a su madre la descuidan y que se plantea denunciar a los gestores del centro. Mientras Chamy encuentra a la paciente y registra todos sus movimientos en un cuaderno de bitácora, el espectador se permite pasear por los pasillos del lugar y vivir de segunda mano el día a día de los internos. Algunos, en sus plenas facultades, conscientes de que han sido apartados como muebles viejos y ansiosos de crear dentro los vínculos que se les niegan fuera, incluso anhelando un romance de senectud. Otros, en ese limbo que es el Alzheimer temprano, cuando los periodos de desmemoria se entrelazan con destellos de lucidez en los que la persona es dolorosamente consciente de su deterioro —en este sentido Alberdi capta un momento realmente trágico—. Y quienes quedan están en un estado de demencia tal que incluso sufren regresiones a la infancia, provocando situaciones tan cómicas como dramáticas. Porque lo que consigue la directora es un tono tan heterogéneo como la vida real, pero tratado con una delicadeza que no permite que el vínculo emocional con los protagonistas —personas reales y no actores, aunque en ciertos momentos se nos olvide— se corte.

De la mano de Chamy, la película descubre las vidas pasadas de los residentes y las entrelaza con las rutinas presentes. Conversación a conversación, el espectador y el protagonista van conociendo a los compañeros de viaje. Y el agente topo se da cuenta de que todo el tiempo y el dinero que invierten esas familias en contratar sus servicios es realmente una forma de acallar su conciencia por no invertir ese tiempo directamente en sus allegados. Pero también la tarea le sirve a él mismo para reafirmarse en su utilidad: por fin, desde que enviudó, tiene un cometido por el que levantarse cada mañana. Porque también otro de los defectos de nuestro sistema demográfico ha sido insistir en la incapacidad de nuestros mayores, en despojarlos de cualquier aportación que todavía pueden hacer a la comunidad, obsesionados como estamos con la productividad económica y olvidándonos de valores no monetizables. Sin darse importancia y desde la emoción, Alberdi apela a cada uno de los espectadores para que se sincere sobre la relación que mantenemos cada uno con nuestros mayores, de quienes no percibimos la vida interior que les queda, las posibilidades de felicidad incluso a pesar de las dificultades físicas y psicológicas. ‘El agente topo’ por fin escucha a quienes hemos dado ya por perdidos, a quienes hemos desahuciado.

EL PROTAGONISTA

¿Cómo llegó Sergio Chamy (el protagonista) a infiltrarse en un hogar de ancianos?

Un anuncio en el diario dio un giro radical a su vida. “Se busca adulto mayor. Hombre, jubilado entre 80 a 90 años. Autovalente, de buena salud, discreto y con manejo en tecnología para realizar una investigación. Con disponibilidad para vivir fuera de casa por tres meses”. ¿Cómo reaccionó? Él mismo lo contó en la película: “Dije ¿estoy loco o qué? No me convencía”. Después de entrevistas a más de 100 personas, Chamy fue seleccionado.

El investigador privado Rómulo Aitken le encomendó la misión: infiltrarse en un hogar de ancianos para detectar un posible maltrato a la madre de una clienta. Ese trabajo, lleno de emociones, risas y reflexiones, es el resultado de ‘El Agente Topo’, una producción disponible en Netflix que muestra una realidad totalmente diferente a la hipótesis del inicio. El abandono generó tristeza en el protagonista, y conmovió a la Academia.

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