Por GABRIEL ÁNGEL ARDILA
Se oxida la inteligencia en esta moda de la ultra liberalidad para hablar. Cuanto más extrema la expresión o forma de insultar, más libre la comunicación. Y así impera la ley de la relatividad frente a toda forma de verdad, porque ¡todo depende!
En esos torbellinos inacabables de palabrería criticando o buscando al muerto aguas arriba para temas de masacres, siempre es más cómodo buscar culpables, mirando muy amañadamente esa verdad. Corre tanta sangre porque hay ambiciones inconfesas: ríos de dinero por el que la gente se hace matar o manda a que en su representación, pero sin citar su nombre, asesinen.
Primero que erradicar cultivos y talar esos matorrales que enrrastrojan la geografía nacional, es indispensable abordar la erradicación de la mentalidad narco. De la vida boyante y fácil, por conducto de los ingresos «en subienda» y la «prosperidad» maldita de la droga. Es la economía de hoy.
No es sustentable la estrategia como va, si antes los que siembran hoja de coca no modifican su mentalidad de gana-gana sin importar el resultado. Que es evidente: más polvo para embriagar y envenenar, más caudalosas irrigaciones de sus dineros y capitales y por consecuencia sustractiva: Más sangre, más muerte y más desgracias para todos.
Esos varejones que no alcanzan estatura o forma de árbol y enchuscan sus áreas donde se «raspa» tales palos para llevar a secaderos donde convierten en polvos muy caros todo ese trabajo. No sirven para más. Quienes siembran, cuidan y rascan esos palos, saben perfectamente todo. A ninguna persona, niña, mujer, cargador o cuidador, escapa el sentido de esa actividad de producir elementos nocivos que costarán mucho y matarán finalmente consumidores o también a propiciadores de ese negocio maldito. Entonces resulta ingenuo vender la idea al público sobre que la gente lo hace «forzada» por sus propias necesidades o urgida por sus facilismos. En la mentalidad colombiana no puede prosperar o seguir creciendo esa tendencia justificadora de todo.
¿Por qué debemos ser «tolerantes»?
Es complicidad extendida, hacer cualquier tarea ahí y también culposamente se da publicidad a los discursos en esa torcida defensa «justiciera».
Apliquen la vieja frase de «el que a hierro mata a hierro muere» donde los sembradores no son más que matadores de seres humanos y sus financiadores (incluidos estados soberanos y «cooperantes») masacradores de esa verdad que no desean reconocer: el negocio no es ilícito por prohibir; ha demostrado toda la mancha que impone a lo largo de esa cadena desde la instalación de la semilla, hasta su maliciosa instalación en vehículos que transportarán el polvo maldito por toneladas y donde ciudades aparentemente tan lejanas o quizá apenas «distantes», registran cifras de incautación de más de dos toneladas en los últimos registros de Pereira. Así lo repite en un mensaje institucional, el alcalde Maya y no es un triunfo, sino una maldición para este lugar de paso de la cocaína, que ya consumen muchos de sus pobladores.