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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadColombia amenazada

Colombia amenazada

La vergonzosa e imperdonable escena de un grupo de indígenas atacando las instalaciones de la Revista Semana en Bogotá es aterradora y de alcances dramáticos. Sería errado valorarla como un acontecimiento de protesta aislado. Golpea a los colombianos en general. Envía el mensaje tácito pero entendible de que estamos forzados a inclinar la cabeza y reverenciar a un sector ideológico y apuñalea de muerte la libertad de expresión consagrada, sólo en teoría por ahora, en el artículo 20 de la Constitución Política. Hasta da miedo opinar.

Fuimos “advertidos”. Carecemos del derecho a disentir. El ataque contra uno de los medios de comunicación más influyentes estaba claramente orientado a generar terror entre quienes se atreven a reflexionar, hablar, controvertir y pronunciarse en contraposición a una línea política específica.

El video captado por las cámaras de seguridad es la prueba de que a la toma violenta le antecedió una fría planeación. Muestra a un grupo muy organizado llegando al primer piso del edificio, con mujeres a la vanguardia para evitar la reacción de los vigilantes quienes en caso de efectuar algún movimiento defensivo habrían terminado difamados y procesados por supuestos abusos; es una estrategia cada vez más frecuente y gracias a la cual las víctimas terminan convertidas en supuestas agresoras y los bandidos en presuntas víctimas. Un integrante de la banda impidió el cierre de la puerta de acceso y quebró uno de los vidrios. Desde el comienzo y hasta el final una mujer grababa con notorio profesionalismo cada detalle de lo ocurrido… y no parecía indígena.

El refinamiento del malévolo “operativo” también quedó en evidencia en los documentos fílmicos. La fuerza pública se acercaba por la calle para asumir el control de la situación mientras un sujeto permanecía de pie sobre un contador de visitantes y se dirigía a sus compañeros con un aparente discurso de motivación. En un momento “oportuno” que sólo podría ser el resultado del estudio previo del vecindario y de la existencia de por lo menos un “campanero” ubicado en la vía externa, los invasores salieron rápido, pero en orden, justo antes del arribo de las autoridades. Los “campaneros” son vigías ubicados en lugares estratégicos para alertar sobre la proximidad de algún enemigo. Por llegar tarde los policías se salvaron de la inevitable deshonra ante sus propias familias pues de lo contrario estarían ahora sometidos al escarnio de la sociedad como los “monstruos” que en ejercicio de sus funciones “agredieron” a unos “indefensos” que, en realidad, llegaron armados con el poder de la manada.

El doloroso episodio es relevante. Es un ultimátum contra la prensa y, en especial, dirigido a cada uno de los ciudadanos. Quien o quienes lo ordenaron nos dijeron a hombres, mujeres y niños, sin usar palabras: “No se atrevan a pensar distinto. ¡Están notificados!”. Quedamos amenazados. ¡Dios nos ampare!

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1 COMENTARIO

  1. Parece una columna de el tal Luis C Velez. Al q por sus desatinos, imprudencias y sesgo político, los lectores y radioescuchas, lo descalifica y empieza a tildarlo de anormal.

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