POR CLAUDIA DÍAZ
El pueblo colombiano ha pasado por diferentes épocas en las cuales la guerra ha tenido un protagonismo marcado a lo largo de la historia, que ha dejado muertos, desplazados, huérfanos, viudas y familias enteras que al día de hoy, siguen esperando sus seres queridos.
Esto junto con otros factores, ha llevado a que muchas familias se hayan desplazado del campo para la ciudad donde sus conocimientos agrícolas poco o nada son valorados en medio de un mundo tecnológico tan complicado para ellos y a la vez tan revolucionado.
La restitución de tierras, no ha sido un camino fácil de recorrer ni para el Gobierno ni para los mismos desplazados; es una violencia que no respeta edad, sexo, condición social y mucho menos las necesidades de todas y aquellas personas que sólo conocen la tierra que los ha visto crecer y les deben todo lo que son como labradores de ella.
Es dejar atrás todo lo que conocen para llegar a una ciudad donde no son reconocidos; pues simplemente son los “desplazados”; en donde tienen escasas oportunidades de progresar pues el campo les daba para subsistir pero, quizás, no tenían acceso a una educación formal; encabezando así la larga fila de personas que aun siendo bachilleres, no han logrado conseguir un trabajo que les satisfaga sus necesidades básicas.
Es un panorama muy desolador, pues la guerra que se ha presentado no sólo en el campo, sino también en la ciudad, por grupos armados en su lucha de poder por el narcotráfico no sólo desintegran familias, sino que también empobrecen a la población con el detrimento de los bienes públicos y privados, desagregando la estructura familiar, disminuyendo los ingresos económicos con la consecuente reducción de oportunidades para el ingreso a la Universidad, aumentando así el desempleo y pasando a ser un círculo vicioso que será de nunca acabar.
La guerra es para Colombia como lo es la roya para nuestro país, es nefasto y devastador, pues directa o indirectamente nos afecta a todos, aumentando los índices de desempleo y por consiguiente incrementa la insatisfacción de las necesidades básicas de la población, lo que se suma a la incapacidad del Gobierno a garantizarnos un trabajo a todos sin excepción.
Es entonces como la guerrilla, los grupos armados y los de tráfico de drogas, son opciones de sectores a los cuales muchos jóvenes y ciudadanos se integran con pleno conocimiento de causa en la mayoría de los casos, pues lo que hacen no es por el bien de la Nación, pero sí contarán con un presupuesto mensual en el caso de la guerrilla y con un dinero “fácil” en el caso del narcotráfico, para sustentar sus familias que demandan día y día y deben velar por la salud y el bienestar de la misma.
En conclusión, es mejor hacerle la guerra al desempleo y nosotros como administradores está en nuestras manos aportar un grano de arena para hacerle frente a este fenómeno que tanto nos aqueja, incluyendo en nuestras organizaciones al personal bajo principios de inclusión, igualdad, justicia, respeto, participación, pluralismo y tolerancia; creando así una sociedad más justa y equitativa para todos.
Una realidad que determina el rumbo de la economía colombiana.
Excelente ,felicitaciones mi sobrina.