PENSANDO EN VOZ ALTA
Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido atropella lo más sagrado que es la libertad de conciencia. No señores, no puedo estar con los Colorados o mejor dicho con su manera de actuar. Respeto su pensamiento; allá ellos, pero no puedo dar mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la tierra. El que quiera ser colorado, que lo sea. Pero que no pretenda oprimir a los demás. Tampoco votaré por los Verdes porque tienen mucha culpa de lo que pasa en el mundo pues también intentan imponer sus ideas por la fuerza del dinero, aunque hablan de paz y democracia. Yo estoy de acuerdo en que debemos luchar por el bien colectivo e individual; en combatir la miseria y resolver los problemas de vivienda, del vestido y del sustento. En lo que no estoy de acuerdo es en el estilo de resolverlos. Han sucumbido al materialismo. Se han olvidado de los más bellos valores del espíritu pensando solo en el negocio. Poco a poco se han convertido en los acreedores de la humanidad y por eso los vemos con desconfianza. El día de la inauguración de la asamblea el embajador de “Dolaronia” dijo que el remedio está en tener automóviles, refrigeradores, aparatos de televisión y yo me pregunto para qué queremos automóviles si todavía andamos descalzaos; para qué refrigeradores si no tenemos qué meter en ellos. Para qué tanques y armamentos si no tenemos escuelas para nuestros hijos. Los rechazamos no sólo por el instinto de conservación sino fundamentalmente, por el deber de superación y de hacer del mundo una morada tranquila, digna de la especie humana y de sus altos destinos. Pero esa aspiración no será posible si no hay abundancia para todos y justicia social. Es verdad que está en manos de los países poderosos de la tierra el ayudarnos a los débiles. Pero no con dádivas, ni con préstamos ni con alianzas militares. Ayúdennos pagando precio justo a nuestras materias primas; compartiendo sus avances científicos, pero no para fabricar bombas sino para acabar con el hambre y la miseria. Practiquen la tolerancia y la verdadera fraternidad que nosotros sobremos responderles. Pero dejen ya de tratarnos como simples peones de ajedrez en el tablero de la política internacional. Reconózcannos como lo que somos: seres humanos que sentimos, que sufrimos, que lloramos. Este es mi anhelo: legar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos un mundo mejor donde reine la paz. Si tan sólo rigiéramos nuestras vidas por las palabras de aquel humilde carpintero de Galilea, sencillo, descalzo, sin frac ni condecoración: Amaos los unos a los otros. Pero desgraciadamente ustedes entendieron mal y confundieron los términos. Qué es lo que han dicho y hecho: Armaos los unos contra los otros”.
*Argentina saldrá del nuevo estercolero, como salió de la banda ladrona.
Jaime Bedoya Medina