Por: Carlos Valencia
Este es un fin de año muy distinto a otros. En el ambiente se percibe un sentimiento de ausencia que cubre el entorno. En muchos de nosotros y de nuestros hogares hay silencio, hay sobriedad, hay soledad. Es un fin de año un poco sombrío, dramático, lleno de contrastes. Todos estamos (o parecemos?) demasiado reflexivos, pero sin tristeza. Muchos se sienten llenos de alegría, porque este “maldito año” terminó y sentimos una alegría inexplicable, pero comprensible por todo lo que “vivimos” en este año, tal vez el año más extraño de nuestras vidas. Tantas cosas hemos “vivido” en este aciago año, que las palabras quedan cortas a la hora de intentar explicar el porqué de esa extrañeza que sentimos al tratar de reflexionar sobre todo este año del Covid o covidaño 2020.
COVID-VIDA-DAÑO: ¡Qué extraño acrónimo nos ofrece este “juego de palabras”! Aceptemos que todos estamos haciendo balances dirigidos a los recuerdos de todo lo que ha pasado y de lo que no ha pasado también. Aceptemos que tenemos una justificación válida, como lo es la intensidad que sentíamos al empezar este año: Expectativas, proyectos, planes. Hoy no hay un solo plan o proyecto que se haya cumplido a cabalidad. Todo se trastocó y nos quedó una desilusión o mejor, una sinrazón que no podemos y no queremos aceptar, porque no estaba en nosotros hacer cambios y no hubo muchas posibilidades de actuar diferente… O quizá sí la hubo, pero estuvo regulada por la calma y la mesura, elementos necesarios para mantener el equilibrio que tanto se busca para ajustarnos a las circunstancias, pero ante todo para ajustarnos al cumplimiento de “las normas”.
Hace un año una esperanza nos acompañaba. La esperanza de que este año todo iba a ser mejor. Era el deseo de todos los días: En enero sentíamos ganas de enfrentar el mundo, de vencer obstáculos, de aceptar retos; febrero empezó y terminó con el dolor y la angustia propios de la expectativa…pero marzo ocasionó el surgimiento de un nuevo sentimiento fuerte y angustiante, como una bofetada que nos “invitó a hacer un reencuentro con nosotros mismos”. Era una reflexión llena de buenas intenciones para replantear actitudes y hacer “cambios en nuestras vidas”… y así, hasta que nos vimos inmersos en esos otros meses, en los que la alegría parecía que se disipaba, para resurgir recubriendo nuestras vidas de una luz de esperanza, llenando el ambiente de un nuevo aire, que nos permitía mantener con fuerzas la esperanza de lo que viene, y como en un tobogán perverso y desbocado, volvíamos al camino de la desilusión y la impotencia.
Sé que todo esto habla de sentimientos de frustración, pero con un trasfondo de esperanza, de ilusión y de optimismo, porque esta nota va dirigida a intentar derrumbar esa “muralla opresiva” que nos impusieron. Contiene un vaivén, entre lo bueno y lo malo; entre las alegrías y las tristezas; entre las presencias y las ausencias y entre los rencores y los perdones; pero ante todo entre la fe y la esperanza. Y es por ello mismo, que para hacer el balance del 2020 tenemos que recurrir a los recuerdos de cómo terminamos el año pasado, para que podamos encontrar esos episodios que rompieron las ilusiones, pero también recordar los momentos en los que la vida nos sonrío con cariño, para podernos sentir agradecidos por una experiencia, que nos hizo entender que esta cuestión de vivir, es realmente extraordinaria.
Si no fue un buen año, solo nos queda rescatar lo bueno y despedirnos del mismo, esperando que el año que viene sea diferente y que toda esta experiencia nos sirva para mejorar en la vida. Sintamos la felicidad der haber aprendido tantas cosas buenas en este año que termina, pues cada reto superado ha sido una experiencia de vida. Que cada objetivo que se quedó sin alcanzar o a medias, nos sirva para poner más fuerza y ganas para lograrlo en el año que ya está por comenzar. Ahora que se acabó podemos entender que este año nos deja una vasta enseñanza y una inmensa sabiduría. Entonces, que empiece el Nuevo Año…Feliz año nuevo 2021 a todos los que crean que este es tiempo de unión y solidaridad, tanto con la familia, como con los amigos.
“Yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas” (Canción popular de año viejo)