Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL
Según La Real Academia Española creer es: “es dar por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado”, también tiene una acepción religiosa, el padre Astete dice que, “fe es creer lo que no vemos porque Dios lo ha revelado” y finalmente el verbo creer simplemente supone, creo en fulano o aquel se cree caído del cielo; sea lo uno o lo otro somos propensos a creer, ello es más cómodo que someter a una prueba ácida los hechos, tesis o actitudes, así la mente se conforma y las explicaciones sobran.
De cuenta de los crédulos viven los estafadores, los profetas y políticos, es la piedra filosofal que permite transformar la palabra de los intermediarios en verdad revelada; de la misma manera los prestidigitadores logran hacer realidad lo que la vista no ha logrado captar, la credulidad que permite que las dotrinas políticas, la propaganda y las difundidas noticias falsas siembren algo que, sin serlo, se muestre como una verdad que no será ni discutible, ni demostrable, ni cuantificable.
Muchos creen y así lo predican que los billones en manos de unos pocos son un justo premio a su astucia, trabajo y dedicación, que manejar dineros públicos da derecho a gastar sin límite y a ingresos faraónicos, que los derroches en las entidades gremiales como las Cámaras de Comercio, la Federación de Cafeteros, Sayco y otras de las autorizadas para recaudar pseudo impuestos son una práctica premiable, que los multimillonarios banqueros, artistas, deportistas, políticos, y especuladores ganan lo que merecen, que la desigualdad es culpa exclusiva de los menesterosos.
Para estar a tono con lo que hoy ocurre encontramos cómo se teme que la vacuna venga contaminada por chips, de la misma manera muchos creen que los médicos y los gobernantes se aplicarán placebos para engañar a los tontos que se vacunen y no faltan quienes recetan yerbas y pócimas demostrando su eficacia con la inobjetable prueba de haber sanado a alguien con síntomas parecidos.
Del fanatismo político echan mano los embaucadores de multitudes para maquillar la realidad, así el sobrenombre democrático disfraza dictaduras vitalicias y opresoras; la ceguera fanática solo ve las masacres ejecutadas por el adversario; esta miopía sirve para ignorar los delitos de los terroristas, alcaldes, congresistas, magistrados, fiscales y presidentes; la solidaridad de cuerpo sirve de mampara para el empresario delincuente; los radicales de izquierda no dudan en sostener que la tragedia de Venezuela es un invento fascista, que los dineros de Odebrech solo contaminaron al adversario, que los millones de pesos en bolsas de mercado solo compraron las curules de los otros; la firmeza de las creencias permite sostener que los únicos asesinatos condenables son aquellos que manchan las manos de los otro y para completar el cuadro, a pesar de la evidencia comprobada de pueblos sin libertades y miserables, es legítimo matar para alcanzar el espejismo de la igualdad que empobrece y que nunca cobija a la camarilla gobernante.
Quienes creímos en el estado de derecho y en los entes de control nos atrevimos a denunciar el derroche, mal manejo y falta de control rampante en muchas de las Cámaras de Comercio, solo para verificar que el resultado fue exactamente lo contario; los actores de los despilfarros aquí y allá resultan premiados: los unos por los empresarios, los otros por el mismo ente investigador y no faltaron los agraciados por el estado,
Definitivamente por crédulos caemos en el engaño, razón suficiente para perder la confianza en los líderes, los jueces y fiscales, las instituciones y en la democracia, lo que terminará conduciéndonos al peor de los infiernos.
Triste verdad y aquí vemos que la gente se acomoda con lo que le conviene creer.