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PolíticaCuando se jodió Colombia

Cuando se jodió Colombia

Por JUAN GUILLERMO ÁNGEL MEJÍA

Montesquieu ilustró el concepto de la separación de los poderes públicos afirmando que: “todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar del poder hace falta que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder”.

La situación de nuestra democracia es tan lamentable que cuatro ex presidentes de la suprema Corte se encuentran sumariados por corrupción; dado que los fallos de una de las salas se acaban de caer cuando entidades respetables nacionales e internacionales descubren la manera torticera como algunos de los togados: ignoraron, ocultaron, se negaron a interrogar testigos y evitaron que los que presentó el acusador fueran contrastados por la defensa; dolorosa desde que el togado investigador le sugiriera a una de las partes que ocultara evidencia comprometedora; o buscara pruebas de manera ilegal; lamentable parcialidad que se hizo evidente cuando descalificó pruebas fundamentales obtenidas por las fuerzas del orden; esas  entre otras muchas perlas recordará la historia con vergüenza-

Sostiene un ilustre jurisconsulto que la democracia en Colombia entró en crisis cuando la separación de poderes se derrumbó; así el ejecutivo manipula al legislativo y al judicial, el poder judicial mete la mano en lo que no le atañe y se parcializa; el legislativo acaba sirviendo y vendiendo sus facultades por un plato de lentejas.

Para colmo de males los entes de control salen a hacer campaña, intervienen en las decisiones de las otras ramas del poder público, postulan candidatos o se ponen al servicio del ejecutivo; conductas que con dolor hemos presenciado cuando dilapidan el tesoro público, persiguen a unos y encubren a otros, hacen parte beligerante en los procesos electorales mediante la manipulación de testigos y creando pruebas; no faltan quienes utilizan estos cargos como trampolín político; no es aceptable que controlar cueste más de lo que se recupera.

No hay derecho que los aspirantes a magistrados hagan campaña a la cual hasta porristas buscan los votos necesarios para conseguir la anhelada toga; qué puede pensarse cuando en la elección de rectores de las universidades se convierte en una batalla campal donde aparece el poder corruptor del dinero y prácticas detestables que enlodan los procesos que deberían ser académicos.

El tema de la corrupción está a la orden día, no solo por lo extendida de la práctica que ha hecho que algún observador diga que en Colombia es imposible hacer un contrato sin pagar una mordida sino por el hecho de haber tocado, no una sino varias veces, a los más altos cargos de la democracia en Colombia, tal como se empieza a develar de la controvertida re elección de Santos.

Moisés Wasserman dice que a la corrupción, además de la tragedia que significa el robo del patrimonio público, se debe sumar el daño colateral emergente que surge cuando los entes de control, con la pretensión de evitar el robo, acaban creando una maraña legal que encarece las obras, supone que no puede haber ningún nivel de incertidumbre, pero lo peor está en que no han logrado disminuir la corrupción y a veces se han convertido en parte de ella.

La democracia debe recuperar respetabilidad; los órganos de control deben estar en manos de personas por encima del bien y del mal, la corrupción desaparecerá cuando la justicia brille de nuevo, cuando el ejecutivo deje de manejar y manipular a los otros dos poderes, cuando los entes de control se limiten a su función, a controlar, cuando los magistrados sean prenda de garantía y respeten los derechos de los encartados; quizás entonces la patria pueda “tener una segunda oportunidad sobre la tierra”.

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