“Cualquiera puede ser locutor”. La frase anterior puede ser tomada como una sentencia sobre la cual se derivarían cientos o miles de conceptos en pro y en contra; empezando por quienes argumenten que cualquiera no puede ser locutor si su voz no es la adecuada o por un problema biológico como el tartamudeo o sino tiene una voz neutra y eso está bien que aparezcan las reacciones.
También es cierto que para ser un excelente locutor se debe tener correcta dicción o pronunciación; aunque sé de algunos pocos que no la tienen, pero son aceptados por sus audiencias o sus usuarios o miles seguidores. Pues bien, para no dedicarse solo a abrir el micrófono para dar la hora o anunciar un disco y quiera improvisar sobre algún asunto, lo normal es que se cultive con la lectura, así obtendrá mayor bagaje literario y su amplio léxico será suficiente para desarrollar ideas completas.
Luego le llega la opción de ser periodista empírico y aquí es donde se presenta el siguiente diálogo entre una señora y un personaje de nuestra historia:
¿Usted qué hace? Soy locutor
¿En dónde trabaja, en qué emisora? En tales y tales.
Ay, qué rico ¿Y qué le toca hacer allá? Doy la hora, anuncio canciones, leo avisos, leo comerciales, animo espectáculos en tarima, grabo cuñas, hago muchas cosas…
Tan bueno. Ay, venga, le voy a pedir un favor, es que por mi barrio tenemos un problema con equis cosa y necesitamos que el alcalde nos ayude para solucionarlo ¿Usted puede pasar el aviso para que nos hagan ese arreglo?
Este es el momento justo en que el locutor debe decidir si acompaña una solicitud de la comunidad dándole voz a quienes necesitan de él y de su medio de comunicación (con la posibilidad de incursionar en el periodismo) o le entrega los datos de contacto de un periodista a su interlocutora para que sea otro profesional el que le ayude.
La confusión de roles nace en el oyente, que no necesariamente tiene por qué saber la diferencia entre locutor y periodista y “empuja” desde su sana percepción a que el locutor se crea periodista y asuma el rol porque le nació en ese momento o no le pareció bueno negarse o esperaba esa oportunidad para mostrar sus habilidades en otras áreas.
Me viene a la memoria la portentosa voz de José Alberto Giraldo en Radio Reloj de Pereira, ya retirado de los medios, quien en alguna ocasión dijo “al aire”, en un acto de verdadera sensatez, que él no era periodista sino locutor; lo que no sé es a quién le respondía con esa frase, si a un jefe o a la audiencia. Lo cierto es que fue consecuente con esa declaración y ejerció el oficio con holgura y decoro. Aunque con toda su experiencia en el medio radial bien podría haberse desempeñado como periodista pues siempre se mostró preparado para ello.
Otros pasan al lado del periodismo y conjugan las dos formas de trabajo. Aquí es donde yo me arriesgo a ser un poco cáustico o realista y a exigir “Formación”. El locutor desempeña unos oficios básicos con su voz, para ser periodista debe cultivarse en los géneros periodísticos, la sintaxis, los verbos precisos, la ortografía, técnicas de redacción, teoría de las comunicaciones, etc., como normas básicas. Y saber alguito de administración pública, sistema de elecciones, conformación de concejos, asambleas, Congreso, lo público, el Estado, el gobierno, etc.
Hoy día cualquiera que sepa manejar todas las herramientas y aplicaciones de un teléfono móvil ya se cree periodista y lo ejerce, lo cual estamos viviendo en un mundo que no impide tal actividad y, por el contrario, empodera al ciudadano desde la misma Constitución Nacional para que así sea; lo cual nos lleva a ser tolerantes, a aceptar esa realidad y a pedirles algo sencillo: Formación.
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