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ActualidadDE TRAMPAS Y VOTACIONES

DE TRAMPAS Y VOTACIONES

Por José Daniel Trujillo Arcila

 

Revolcado está el ambiente político y jurídico nacional por la sorpresiva votación aparecida en plenaria del Senado de la República, corporación legislativa competente para elegir Magistrado de la Corte Constitucional.

En Colombia muchas cosas son posible, nada raro entonces que apareciera un voto adicional, lo que a juzgar por algunos pudo suponerse era chanza de buenos amigos, más que una abominable conducta penal y ética; máxime por el ente que debe elegir y por supuesto, la dignidad del cargo a ocupar.

Alguien estaba preocupado y quiso alterar la muy competida elección, dado el número de votos obtenidos por cada uno de los opcionados candidatos. Califiquemos al anónimo autor de pillo, truhan, bandido, delincuente, en ningún caso Senador por más credencial que guarde en mancillada billetera portadora de documentos.

Recuerdo entonces mi época de principiante parlamentario, periodo legislativo comprendido entre 1986-1990, compartido con mi principal, dentro de los parámetros establecidos por nuestra organización política.

Acudí el 20 de Julio de 1987 a las sesiones ordinarias de la Honorable Cámara de Representantes; ¡cómo olvidar tal fecha¡, me juramentaría como Representante, presentándose incomodo instante pues me perdí en ese laberinto que es el edificio del parlamento, bella obra cuya construcción promoviera Tomás Cipriano de Mosquera.

Llegó un momento que no supe en que piso estaba, salvándome de tal situación el encontrarme con otro parlamentario de Risaralda, quien me preguntó si iba a asistir a la sesión, pidiéndole, avergonzado, me indicara cómo llegaba al recinto de la Honorable Cámara.

Fue en tal lugar que escuché en un pequeño radio al presidente Virgilio Barco Vargas, quien instalaba las sesiones del Senado y de manera peyorativa, a mi juicio, dijo: “me han sugerido mis asesores que domestique la oposición…”.

Pues este novato parlamentario que se atrevió a presentar una reforma a todo el Código Sustantivo del Trabajo, sin pedirle permiso a nadie, sin consultar con las directivas del Partido Conservador o las jerarquías del ala conservadora que dirigía Álvaro Gómez Hurtado, encendió la mecha de la protesta.

Informé el trato que a pocos metros de allí nos daba el presidente al utilizar lo que no era un eufemismo, sino un insulto a una colectividad histórica.

La reacción fue inmediata, comunicándosele al presidente de la Cámara que una vez ingresara el ejecutivo nacional a instalar las sesiones, nos retiraríamos. Tan erguida postura alteró el ambiente político y hubo que recibir disculpas por boca ajena.

Acerquémonos al tema origen del epígrafe de este artículo.

Se discutía en plenaria reforma al estatuto de tierras vigente para la época; proyecto de ley que llegaba a la Cámara con vientos favorables para ser aprobado. Entre los asistentes recuerdo a los representantes Nacianceno Orozco, conservador, de Caicedonia Valle; María Cristina Ocampo de Herrán, pereirana, galanista; Carlos Arturo Marulanda, liberal.

Llegada la votación, se contabilizó un número de balotas negras que, sumadas a las blancas, superaban el número de asistentes con derecho a voto dentro del recinto.

El sagrado lugar de la democracia se llenó de gritos, expresiones de inconformidad, ataques verbales. El proyecto quedaba negado decían unos; los terratenientes se salieron con las suyas expresaban otros; que se repita la votación se oía decir. Que se descubran los malhechores se vociferaba.

El momento se tornó más dramático. Los amigos de aprobar el proyecto, sin distinción de partido se unieron, criticando tal resultado, exigiendo claridad. Aquel espectáculo tomó un peligroso giro cuando a mi lado, Nacianceno Orozco, el hombre de Caicedonia Valle, esgrimió un revolver, que en mi ingenuidad de congresista principiante era inimaginable pudiera portarse al interior del capitolio, tal como lo determinaba el reglamento interno. Pronto supe que Nacianceno no era el único.

Grabado quedó en mi mente el mencionado episodio. El representante Orozco, enojado por el fraude cometido insistía revóllver en mano se descubriera al responsable de la truculenta votación, mientras yo le pedía se serenara y otras parlamentarias, encaramadas en sus escritorios, reclamaban mesura y cesara aquello que mal empezó y bien pudo terminar peor.

Un periódico capitalino publicó fotografía en la cual se apreciaba el grueso cuerpo de un representante frente a la mesa de votación y quien con sus manos atrás y cruzadas, mostraba un número plural de balotas negras.

El mal ejemplo parece continuar.

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