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PolíticaDinero y pandemia: entre el cielo y el infierno

Dinero y pandemia: entre el cielo y el infierno

Por LUIS GARCÍA QUIROGA

Hasta el pasado sábado 30 de enero tuvimos en Risaralda un reporte oficial de 1.038 personas fallecidas por Covid. Y en Colombia vamos llegando a los 55 mil muertos en menos de un año.

El Tiempo publicó, ese sábado, un video mostrando cómo en China, cuatro policías le rogaban a una necia mujer que se pusiera un tapabocas que le ofrecían. Ante la contumaz negativa la redujeron a la fuerza y se la llevaron. En las sociedades donde la disciplina social es un deber ciudadano, las contravenciones ameritan castigo ejemplarizante. En la nuestra, la gente se ríe de los comparendos.

En Pereira por ejemplo, a la fuerza pública le importa un comino que por las calles circulen personas sin tapabocas o los lleven como bufandas. Ciudades como Pereira, Dosquebradas y Santa Rosa de Cabal en donde las cifras muestran la concentración de los contagios por efecto de las aglomeraciones, nuestros gobernantes no tienen políticas robustas, ambiciosas y de largo alcance en cultura ciudadana desde las escuelas, hasta los hogares pasando por las organizaciones empresariales.

El alcalde Maya, sin duda bien intencionado, hizo un convenio con la Cámara de Comercio que, por su tibieza, carece de impacto y efecto positivo en relación con la evidente necesidad de generar conciencia en disciplina social para evitar contagios y poder regresar a una vida económica menos azarosa e incierta.

No obstante, en la disyuntiva entre salvar vidas y salvar la economía para poder llevar una vida digna, Maya y los demás alcaldes han tomado medidas audaces, que incluso siendo vistas como necesarias, son insuficientes ante la dinámica económica jalonada por el espíritu trabajador, el empuje emprendedor y ante todo, el amor por la familia, ese motor inapagable que nos pone de pie cada mañana.

Desde el inicio de la pandemia hace casi un año, hemos tenido 44.463 casos de contagio de los cuales el 82% se han recuperado. Es un hecho que nuestras zonas urbanas con mayor concentración de población son las más afectadas, sin que sus habitantes hagan mucho por evitar las aglomeraciones. Sincera y lamentablemente, las autoridades -como hemos dicho- amén de decretos, pocón pocón.

Al final, los sustos y lamentaciones por los enfermos, toques de queda, negocios en jaque, desempleo forzado, incertidumbre de poder ser atendidos en las UCI (todas en el límite de camas y de personal especializado) y claro, el “cómo te parece que murió fulano de tal…de Covid”.

De allí que el gran dilema que nos plantea esta histórica crisis pandémica, está entre vivir o morir, en ambos casos, con el deber moral de hacerlo con la mayor dignidad posible.

El momento de verdad de la economía de nuestros hogares, de la ciudad, la región y el país, es éste. Todo porque entre los confinamientos, toques de queda y medidas de bioseguridad, la gente no hace cosa distinta que caminar sobre una cuerda floja con el doble riesgo de caer y morir; o lidiar con el equilibrio y poder trabajar para sobrevivir.

Ciudades como Pereira en donde la brecha social entre pobres muy pobres, y ricos muy ricos (Pasamos de una ciudad de clase media a una sociedad escindida) los unos y los otros tienen que salir a trabajar y conseguir dinero. En el centro de esa necesidad básica, sin distinción alguna (con dinero o sin dinero) está el riesgo de enfermarse y morir de Covid.  

La ecuación es muy sencilla: un comerciante formal en un pequeño almacén; o un vendedor informal en las calles de Pereira tienen en principio exactamente la misma necesidad de un gran vendedor de carros o el dueño de un excelente restaurante: conseguir dinero para vivir y poder cumplir obligaciones.

Es claro que los Estados y los mercados giran en torno al dinero. Aunque el dinero no es la felicidad, ni la solución definitiva ni la panacea; sin duda, calma mucho los nervios.

El papel del dinero en la economía y en la vida de la sociedad humana, como bien lo anota Yuval Noha Harari en su libro De animales a dioses, es la creación más extraordinaria de la imaginación del homo sapiens porque es la única utopía que colectivamente nos inspira confianza.

Y eso es mucho decir en un mundo distópico asediado por la incertidumbre del efecto positivo de la vacuna contra el Covid y la desconfianza en sus líderes seducidos por el dinero.

1 COMENTARIO

  1. Que tristeza el parque de villa Olimpica con sus patinodromos y pistas de bicicleta, es un basurero y un sitio donde solo se ve fumar marihuana por los cuatro frentes, los policías (2) no pueden hacer nada ante esto y eso que el hospital de la Policia queda a dos cuadras. Firmado : anónimo. Me preocupa mi nombre ante esta situación que no es mentira, vaya y mire si me equivoco pero por favor omita mi nombre.

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