Por ERNESTO ZULUAGA RAMÌREZ
No todo está en crisis y una buena observación de los fenómenos sociológicos y económicos que se desprenden de la pandemia debe redundar en estrategias positivas para enfrentar el futuro próximo. En los estratos medio alto y alto está la mayor capacidad adquisitiva de cualquier sociedad y son ellos también los sectores poblacionales menos afectados por la recesión y con menores niveles de desempleo. Durante seis meses las personas dejaron de viajar, de asistir a eventos recreativos y deportivos, de salir a disfrutar de un restaurante o de un bar; tampoco fueron de compras (a excepción de la comida) ni tuvieron gastos ostentosos. Los niveles de desplazamiento se vieron muy afectados por el confinamiento y los gastos de transporte, gasolina, depreciación y mantenimiento de los vehículos disminuyeron considerablemente. ¿Dónde fue a parar todo ese dinero que no se gastó? Es fácil concluir que hay una enorme capacidad adquisitiva represada que empieza a impactar la economía ahora que las cosas empiezan a normalizarse. Pero la gente acudirá a los mercados con comportamientos diferentes pues ha cambiado su forma de mirar las cosas. Quizás enfocarán sus esfuerzos en inversiones más rentables y productivas y perderán su afán por los gastos inoficiosos o suntuarios. No es difícil suponer que habrá dos sectores económicos que se verán muy positivamente estimulados: la construcción y el turismo. Aunque los gastos que se orienten a este último puedan considerarse como no indispensables es innegable que casi todo el mundo quiere irse de excursión, de paseo, de descanso, de huida del confinamiento. Hay un hastío que la gente con alguna capacidad económica combatirá yéndose de viaje. Y al menos por un año la posibilidad de hacerlo en el exterior será muy exigua. Las exigencias biosanitarias de los diferentes países, de las aerolíneas y de los hoteles, el prerrequisito de un examen reciente de Covid 19 y otros factores obligarán a los colombianos a quedarse aquí y preferir nuestras fabulosas riquezas paisajísticas, gastronómicas y culturales. Los gobiernos locales deben entender esta nueva realidad y disponer todos los esfuerzos para cautivar y atraer esa explosión turística que se viene. El Eje Cafetero y Pereira tienen grandes potencialidades. Es urgente terminar el cable aéreo que, en conjunción con nuestro nuevo aeropuerto, será un factor valioso para ese propósito.
En cuanto a la construcción, es también fácil advertir que las cosas van a mejorar sustancialmente. Invertir en bienes raíces será una de las más seguras formas de ahorrar y de apostarle al futuro, incluso por encima de la bolsa de valores. El gobierno nacional así lo entiende y ha dispuesto 100.000 subsidios de vivienda para la clase media colombiana. Y si hace un año sentíamos la presión de los bogotanos y de habitantes de otras ciudades por venirse a vivir a esta zona cafetera ahora vendrá un nuevo ímpetu migratorio que tenemos que aprovechar. El túnel de la Línea, el espléndido aeropuerto Matecaña y otros factores comparativos atraerán a los capitalinos hacia nosotros y no es presumido afirmar que la mejor infraestructura la tenemos aquí en Pereira y en Risaralda. Pero también es necesaria una estrategia interinstitucional. Los gobiernos locales deberían ir pensando en estímulos impositivos para la actividad constructora que se oriente hacia estas aristas del mercado y avanzar con celeridad en aquellos proyectos que mejoren la movilidad, sin duda nuestro “talón de Aquiles”. Los colombianos con alguna solvencia no sabrán que hacer primero, si irse de viaje o comprar una segunda vivienda (permitida en los subsidios del gobierno). Muchos estamos en esa disyuntiva. ¿Y usted?