Cuando hablamos de lo mucho que estimamos y apreciamos a los demás, en muchas ocasiones nos quedamos cortos, o por el contrario, exageramos este concepto de amar y de querer a los que nos rodean o comparten con nosotros determinados momentos de nuestra existencia.
El hecho real es que consideramos que el expresarlo es más que suficiente, y ello no es así del todo, pues más valen los hechos que las palabras, ya que éstas se dicen y se sienten en una forma pasajera, y a la hora de verdaderamente mostrar nuestra estimación hacia alguien no lo hacemos con la fuerza real, con la que verdaderamente lo deberíamos hacer sentir.
Muchas de estas situaciones radican y tienen su punto de partida en la verdadera y honesta estimación que nosotros tengamos hacia nosotros mismos, conocida como autoestima. Esa autoestima que nos muestra en realidad quienes somos, qué valores llevamos en nuestro interior y cuáles nos han sido inculcados durante nuestro crecimiento personal, tanto en el campo familiar como social.
En este campo de la autoestima, no solamente nuestro aspecto físico se constituye en uno de los pilares de nuestra autoestima, pues bien es sabido, que para una sociedad como la nuestra es algo que se debe mostrar como signo de nuestro bienestar y que en muchas ocasiones es presionado por el mismo medio.
Pero sin lugar a dudas, existen aspectos mucho más importantes, como por ejemplo, el hecho de tener una escala de valores definida, bien estructurada y dispuesta a crecer y a cultivar las virtudes ya conseguidas. Sin embargo, lo que vemos día a día es todo lo contrario, pues el hecho de mostrarnos como verdaderamente somos nos trae como consecuencia un precio que debemos pagar, y en la mayoría de los casos, nos vemos defraudados por las personas que menos imaginamos.
Si bien las situaciones puede que sean adversas en muchas ocasiones, lo más importante es no desfallecer y continuar luchando, y para ello, esa estimación es querernos, y ese amor por nosotros mismos es lo que primero debe prevalecer, ya que esto es lo que proyectamos e irradiamos a los demás y muchas de esas personas pueden verse beneficiadas de nuestra energía cargada de todos estos elementos que he citado.
Ahora más que nunca, en momentos tan difíciles como los que vivimos y que muchas personas los consideran como la crisis, debemos retomar todos aquellos valores y cosas buenas que llevamos en nuestro interior mostrándolos en primera instancia, a nosotros mismos y seguidamente a los demás.
No podernos pretender aparentar amor y estimación a los demás sino la tenemos hacia nosotros mismos. Y lógicamente, para que todo esto se pueda llevar a cabo, debemos tener como común denominador el perdón, el cual debe empezar por casa, en el interior de nuestro espíritu, de nuestra mente y de nuestro corazón y ahí si estaremos preparados para brindar el perdón a los demás.
Así pues, que no perdamos más tiempo e iniciemos este camino, que si bien es largo y difícil, también puede ser bastante productivo y nos enseñará a aprender o al menos, intentar aprender a conocernos a nosotros mismos tal y como somos en verdad.
No hay que olvidar que un día que no aprendamos algo de la vida, es un día perdido.