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Director Fundador

Egan

Por ERNESTO ZULUAGA RAMÍREZ

Es difícil encontrar otra forma mejor de construir sentido de pertenencia con la patria que el deporte. Cualquier triunfo de un colombiano en cualquier disciplina nos llena de orgullo, nos hinche el pecho y exacerba el nacionalismo. Lo acontecido el domingo pasado con Egan Bernal no fue el fruto de la casualidad o de las innatas capacidades de un ser humano, circunstancias muy comunes en casi todos los éxitos deportivos de los colombianos a través de la historia. El ciclismo lleva setenta años convirtiéndose en el ícono deportivo de una nación que tiene una muy pobre infraestructura y una casi inexistente política diseñada para destacarnos en las gestas mundiales. Se arraigó en los corazones de nuestros compatriotas desde los albores de la Vuelta a Colombia cuando aprendimos a salir a las calles a vitorear a unos jóvenes aventureros que atravesaban la geografía nacional cruzando cordilleras casi inaccesibles por trochas destapadas, polvorientas o llenas de fango.

En solo veinte años se convirtió en el deporte más popular de nuestra patria, hecho que no fue difícil porque bastaban nuestras agrestes carreteras como infraestructura básica. Con «Cochise» Rodríguez descubrimos que el ciclismo en Europa era una cultura y una disciplina de alto rendimiento y gracias a algunos visionarios del gremio cafetero, de otros empresarios como los de Pilas Varta y a unos dirigentes excepcionales como lo fueron Saulo Barrera y Miguel Ángel Bermúdez emprendimos en 1980 la conquista del viejo continente.

La escuela de la Vuelta a Colombia dio sus frutos y en la primera década de esta nueva aventura logramos ganar el Tour del Porvenir, muchas etapas en grandes vueltas, varias camisetas de «Rey de la Montaña» y en 1987 el primer gran triunfo con Lucho Herrera. A partir de allí el objetivo fue siempre Europa y nuestro evento nacional perdió brillo y popularidad hasta casi desaparecer del calendario internacional. Sin embargo, las escuelas juveniles continuaron su trabajo y las semillas sembradas empezaron a dar frutos. En el 2014 Nairo Quintana se convierte en el primer latinoamericano en ganar el Giro de Italia en una gesta histórica en la que Rigoberto Urán fue subcampeón. En el 2016 Quintana gana su segunda «grande». En el 2017 Urán queda segundo en el Tour de France igualando lo alcanzado por Nairo en el 2013. Europa se rendía ante los escarabajos colombianos.

Y llegó Egan. Un niño que a sus 15 años viajó a Europa con la intención de enrolarse en un equipo de ruta y fue puesto a prueba por una escuadra italiana de categoría profesional en una competición júnior y que ganó de forma contundente; inmediatamente fue contratado por 4 temporadas. Algunos meses después su equipo reveló que las pruebas realizadas en el centro de estudios fisiológicos arrojaron unos valores excepcionales en el consumo máximo de oxígeno lo que confirmaba el talento y potencial del joven ciclista. Egan empezó a sorprender hasta ganar el Tour del Porvenir en el 2107 lo que causó su fichaje con el mejor equipo del mundo, el Ineos (antes Sky). Con solo 21 años y sin haber corrido nunca una prueba de tres semanas fue enviado en el 2018 al Tour de France como gregario; a raíz de su desempeño su manager declaró que había encontrado en él un probable sucesor de Chris Froome y Geraint Thomas. Lo demás está escrito. Gana en 2019 el Tour de France como el ciclista más joven y el primer latinoamericano en los 110 años de historia del evento y en 2021 el Giro de Italia convirtiéndose en el tercero en lograr la «amarilla» y la «rosa». Egan (24), Daniel Martínez (25) y Santiago Garzón (17) harán patria en esta próxima década. Anótenlos.

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