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HumorEjemplos peligrosos

Ejemplos peligrosos

Por: Carlos Alberto Cardona Montoya

CONTRACRITICA Con Humor, Amor y… Ardor

Pipecito es un niño común y corriente, hijo de padres hechos en la democracia, el  niño, algo aventajado para su edad, 7 años, ya había  pasado las fases de preescolar y ya, en de básica primaria, leía de corrido, iba bien con el inglés y por recomendaciones de los psicólogos tenía restringido el contacto con pantallas de celular, Tablet, computador y similares, bajo la idea de que para los niños ese tipo de contactos suelen causar daños graves en la conducta, especialmente por aquello de las redes sociales. Por lo demás, el niño era obediente, se tomaba la sopa, oraba, hacía chichí y se acostaba.

En distintas corrientes de la psicología se asegura que, en los niños el concepto de la norma y la definición de la figura de la autoridad se desarrollan antes del uso de razón, es decir en la edad de Pipecito. Freud lo asociaba a las etapas de conflicto Edípico ó de Electra; Piaget lo explicaba en los procesos primarios, cuando se forman los esquemas y las estructuras mentales, Erikson lo clasificó en la tercera de 8 etapas de la vida humana o crisis del Ego, la edad de juegos cuando asoma la virtud de la determinación que, se manifiesta en la imitación para afianzar la autenticidad; en fin, hay muchas teorías que pasan también por la maduración psico-sexual, el existencialismo, comportamiento gregario, conducta moldeada, o condicionamiento operante, como lo llamó mi ídolo, Skinner; Todos tienen que ver con aquello de la Norma, las reglas, las leyes, y la figura de la autoridad.

Con la llegada del nuevo huésped planetario, El Coronavirus, Pipecito también cambió bruscamente sus hábitos, y muchas de sus restricciones pasaron a ser prioridad en el día a día, como las clases por internet; por lo tanto, se vio obligado a aprender aceleradamente a comunicarse virtualmente, usar redes sociales etc, así como su papá se ocupaba, también por internet, en su teletrabajo, y mamita linda hacía fríjoles virtuales con chicharrón remoto. Este acelerado aprendizaje virtual produjo en Pipecito estragos en la construcción del concepto de la norma y la identificación de la figura de la autoridad.

Sin que los padres de Pipecito lo advirtieran a tiempo, el comportamiento del niño empezó a tener cambios, cada vez más bruscos, que se hicieron notorios en el quinto mes de cuarentena, jugando fútbol en la reducida sala del apartamento rompió un jarrón precioso heredado de los bisabuelos, hizo añicos el computador del papá y en su remate de chilena en la puerta de la cocina, golpeó la olla con los frijolitos que quedaron esparcidos por el piso, (Así como están esparcidas las masacres por los chicos malos).

Como el papá había salido a comprar unas arepas p´al almuerzo, le tocaba pico y cédula, la madre, visiblemente mortificada por la horrible travesura de Pipecito Gritó:¡ESTAAASSS CAAAASTIGAAADDOOOO!; y acto seguido ordenó su encierro en la habitación, en donde además de sus juguetes preferidos también tenía T.V. Computador, Celular, Tablet y un tamaguchi.

Cuando el papá regresó con las arepas, al enterarse del desastre, fue a dialogar con el chico, que contrario a estar expiando su culpa, estaba visiblemente alterado, le dijo al Papá: “Papi, me siento secuestrado, no he tenido oportunidad de dar mi versión, no hay testigos  de que yo hiciera los daños, es muy probable que mamá tenga un amante y se quiera deshacer de mi y de paso de ti también, papito lindo, ¿Cierto que tengo derecho a una segunda instancia?, pues pa´que me levantes éste castigo injusto y cruel”.

Completamente “turulato” por la extraordinaria situación, el papá abordó a la mamita que recogía uno a uno los frijolitos, Por Dios ¿Qué hacemos?. Ella, sensata como todas las mamás respondió: “No vamos a hacer nada distinto de lo que dicen las normas, el niño no obedeció, hizo lo que le dio la gana, hizo daños uno tras otro, y no le importaron las consecuencias, Tu eres la máxima autoridad en esta casa y yo decidí castigarlo, no es conveniente tomar otra decisión, eso es lo que nos dijo el psicólogo. Punto”.

Aún aturdidos por la sorpresa, la decisión fue comunicada a Pipecito que permanecía en su encierro, a quien le comunicaron la ratificación del castigo; pero él, bien “avispao” que era, había logrado una tele llamada en la que reunió las tías, algunos primos, el jefe del papá y una vecina bochinchosa, a quienes reveló que era objeto de un trato cruel, enfermizo por parte de  papá y mamá. “Yo les pido, por amor de Dios, tienen que convencer a  papá y mamá, que el caso lo conozca mi agüelito y lo que él decida yo lo hago, es que con mi agüelito si tengo confianza de un trato justo para un niño inocente como yo”.

El angelito agregó: “Miren, es que SÍ, se puede, aquí en internet y por Twiter dice muy clarito que un señor que estaba preso en otro país, ya le hicieron una ley para que lo vuelvan a juzgar; y otro señor, también preso por la máxima autoridad, como mi papá, ya escogió una autoridad que no lo castigue, como mi agüelito, que solo me crea. Eso es lo que veo aquí en internet, y si está aquí es porque así tiene que ser”.

En efecto, el caso fue trasladado a una reunión familiar en la que el abuelo, un viejo con cara de pendejo, que pasó por la escuela, pero por el andén del frente, decidió que los daños no valían la pena “Solo son daños colaterales”. “Eran cosas que solo estorbaban”, “No pueden ser así con esa pobre creatura, déjenlo tranquilo, que cumpla su libre derecho al desarrollo de su personalidad”.

El castigo fue levantado, tuvieron que pedirle perdón, los daños no fueron reparados, y las autoridades de ese hogar vieron cómo la idea de la norma quedó vuelta “chicuca” y las figuras de la autoridad pasmadas, porque el niño resultó más “avispao” de lo que esperaban.

Cuentan las lenguas viperinas, que despuesito de aquel “berrinche”,  levantada la cuarentena, el pobre angelito todos los días rompía los vidrios del vecindario, un día mató un pollito para sacarle el pito, y empezaron a aparecer perros mascotas pequeñas, sin cabeza, sin cola, ¡Uyy, Horrible!; una vieja chismosa del barrio nos dijo que  hay un virus maléfico en el barrio porque, en las noches, son muchos los niños que salen como “zombies” detrás de Pipecito, no saben por qué ni para qué, hacen daños sin  saber por qué, mientras que Pipecito, CON OLOR A AZUFRE, con una sonrisa maliciosa, frente al concepto de la norma y la figura de la autoridad, extiende su manecita rosadita, cerrando  sus deditos  meñique,  anular, índice  y pulgar, dejando estirado solamente el dedo del corazón; Conducta extraña ¿No?;  cosas de la informática, aprendizaje en la virtualidad y los malos ejemplos.

Pipecito solo imitó de la vida real lo que aprendió por internet; un sujeto real, preso por cosas reales, será finalmente juzgado por el jurado de sábados felices. Y colorín colorado, este cuento NO HA TERMINADO.

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