A raíz de la reunión del alcalde con los gremios y empresarios, en la cual se trataron asuntos de inseguridad, aseo y alumbrado, se vienen formulando inquietudes alrededor de sus temáticas. El primero fue materia del pasado artículo en esta columna. En cuanto a la limpieza pública, El Diario, en editorial, escribió acerca de los desperdicios y escombros en la ciudad: sus vías y andenes están atiborrados de desechos, malos olores, “enseres y bolsas de basuras esparcidas por todas partes y montañas de muebles viejos” que contribuyen al desorden, al hurgamiento de habitantes de calle que se han multiplicado sin que acepten la mano generosa del municipio en las granjas que para su bienestar, capacitación y superación creó. Lamentablemente gran parte siguieron merodeando hoteles y estaciones basuriegas, dimensionando la problemática social. El caso lo compara el periódico, “casi como [el de] la inseguridad”, pues caminar por tales sitios infestados es peligroso, “molesto y repulsivo”.
Entonces, ¿qué hay que hacer? El burgomaestre y los contratistas están en alerta para generar lugares saludables, limpios, seguros, que señalen el interés de propios y foráneos en la presentación de la urbe que no puede ser de abandono y al decir popular, “descachalandrada”.
Fabio Salazar y Johan Osorio, de la firma Atesa, han venido desplegando tácticas conducentes al soporte logístico y pedagógico en pos de buenos resultados. Las contravenciones tienen que ser repelidas por el mando policial con comparendos ambientales para los malos pobladores que miran el espacio público como cloacas para lanzar sus deterioros sin importarles llevar sus empaques a los puntos determinados, que incluso vienen sin clasificar no facilitando así el reciclaje. A la hora y día correspondientes, el sector económico tiene un papel decisivo en colaborar con el orden que se busca lograr. La situación, es que no se respetan los horarios como se dijo, pues, un área que ha sido objeto de mantenimiento, al momento está deslucida por el arrojo continuo, lo que trae el malsano paradigma de que primero es mi organización de puertas para adentro, sin cuidar el “ágora”. Las frecuencias de recorridos de los carros recolectores se incrementan, pero con el “libre parecer” de algunos usuarios del servicio, hacen imposible su eficacia. El desbarajuste empieza por los ciudadanos que cívicamente deberían ser (eso también se ha olvidado) el primer pilar en conciencia y actitud para propender y practicar cultura pública en condición permanente. Los establecimientos educativos, señores secretarios del ramo, deben convertirse en pregoneros de las consignas para que los estudiantes las repitan en sus casas e incentivar con ello un credo familiar.
La alcaldía y los gremios coadyuvarán a fomentar conciencia en el comportamiento, y combatir lo que el mal ejemplo muestra con impunidad y sin vergüenza alguna.
En resumen, el problema del aseo en Pereira es alarmante y necesita ser atendido de manera urgente. La ciudad está llena de basura, escombros que contribuyen al desorden y la desprotección. Las autoridades y los concesionarios de la operación están trabajando en medidas de control y mejoramiento del equipo de apoyo, pero es vital que los ciudadanos colaboren cumpliendo los horarios de acopio y dispongan sus residuos en los lugares adecuados. Además, se requiere una tarea de difusión para crear conciencia en la ciudadanía y contribuir a una cultura colectiva sostenible. El plan anunciado por Atesa para instalar 60 contenedores especiales en el centro de la ciudad es una medida positiva para que los sobrantes no se queden en aceras, vías y parques, sino que se depositen en los previstos contenedores para facilitar su recaudo en ruta programada; esto constituye inicialmente un acto de recuperación con disciplina, pero la cuestión no se circunscribe solo a ese ámbito, también es abrumador en los barrios y otras zonas. Sin embargo, se requiere un compromiso de todos para resolver este problema, incluyendo la colaboración con el alcalde de Dosquebradas para abordar lo relativo al botadero de escombros en la subida a la Popa.