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EspiritualidadEl ayudar a otros genera beneficios

El ayudar a otros genera beneficios

Por: RICARDO TRIBÍN ACOSTA

A veces esperamos la gratificación inmediata de lo que hacemos aparentemente en forma desinteresada, y esto nos trae más de una desilusión pues muchísima gente a la larga agradece por un rato y luego se olvida de quien le ayudó. Si quien otorga la prebenda permanece tranquilo, sin esperar nada a cambio, tarde o temprano su beneficio de una u otra forma llegará de manera productiva a sus vidas.

Jairo Álvarez Botero, en su magnífico libro «Nada es imposible», habla con precisión acerca de ello mostrando con ejemplos claros en su propia historia de cómo, al otorgar ayuda desinteresada, más pronto de lo que pueda imaginar llegará la recompensa, incluso de orígenes no imaginados. «Diosidencias» diría mi buen amigo Rodrigo Rivera Salazar, término que desde que se lo oí me ha gestado especial impresión.

Alguien contaba la historia de un niño muy pobre que para sobrevivir vendía periódicos en la esquina donde estaba la empresa de un acaudalado empresario, desarrollando una tarea no muy agradable, ya que su labor empezaba desde las cuatro de la madrugada y terminaba a las nueve de la noche, sin que los beneficios económicos se vieran tanto como su ardua labor lo ameritaba. Un día cualquiera el potentado habló con el y se interesó en su historia, decidiendo a partir de ese momento que lo ayudaría económicamente y le daría respaldo total para que pudiera adelantar sus estudios.

Con el tiempo el muchacho progresó e incluso se graduó con honores en su Universidad, alcanzando también una maestría, lo cual le abrió muchas puertas que lo llevaron a ascender, tanto en lo profesional como en lo económico. Esto lo obligó a trasladarse a otra parte y por cosas del destino perdió contacto con quien con tanto cariño le apadrinó. Un día cualquiera decidió ir a buscarlo a su pueblo, pero nadie le habló mucho de él excepto que había contraído una enfermedad mental que lo había arruinado y dejado solo.

En su búsqueda un día vio a un hombre con aspecto de limosnero recogiendo comida de un basurero. Sus ojos no lo podían creer. Era éste, a quien tenía enfrente, aquél que le había ayudado tanto para salir adelante. El mendigo no lo reconoció, pero ello no fue obstáculo para que el, ahora hombre de dinero, lo pusiera en un lugar de ancianos con toda clase de cuidados, estadía la que él se comprometió a pagar.

Esta linda historia trae al recuerdo la famosa frase «Hoy por ti, mañana por mí», la que en casos como los antes descritos queda ampliamente demostrada. La recomendación es entonces que, aunque aparentemente nos cansemos de ayudar, no lo suspendamos, ya que nuestros actos de bondad, justicia y equidad en el instante en que menos pensemos serán debidamente recompensados.

Finalmente quiero expresar a mis lectores que estoy lamentando la partida de mi buen amigo y gran periodista samario – pereirano José Francisco Mejía Annichiárico, otra víctima del mortal virus (Covid19).

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