El fútbol es noticia de nunca acabar. El balón se detuvo en la cancha, pero esta semana siguió rodando por fuera de ella. Jugando su partido entre opiniones respetadas, respuestas tajantes, reacciones contundentes y donativos fulgurantes que fueron comidilla de los medios y entretenimiento de los aficionados, ausentes en las tribunas y concentrados en sus casas.
Para comenzar, esto escribió Jorge Valdano –el campeón mundial y llamado filósofo del fútbol- en el diario el País de España: “El fútbol se creyó importante hasta que el cornavirus le contó la verdad. El fútbol mal acostumbrado resiste a bajarse del escenario discutiendo cómo y cuando recomenzará la fiesta”.
Y para explicar ese sentido de la desproporción en la que el deporte en general anda buscando su supervivencia en medio del caos, echó mano de una historia que le leyó a Churchill sobre un marinero que saltó del muelle para salvar a un niño. A la semana apareció una mujer que le preguntó: “Eres el hombres que salvó a mi hijo en el muelle?. El hombres le contestó humildemente que si. A lo que la señora madre respondió: “Y dónde está la gorra del niño…?
Luego saltó a la palestra el propio presidente de la omnipotente FIFA, Gianni Infantino, diciendo en una carta enviada a los medios de comunicación que “el fútbol será distinto, menos arrogante y más acogedor tras la pandemia”. Pregunto yo: ¿La soberbia del negocio redondo desmoronada de su pedestal económico para volverse ‘una empresa social y solidaria’, como lo afirmó Infantino…?. “Mmmm”, pienso yo
Y mientras, el mismo Infantino dice que “una partido de fútbol NO vale más que una vida” y que “nadie sabe cuando volveremos a jugar,” en la cancha opuestas la mayoría de organizaciones y entre ellas la Dimayor en Colombia no dejan de hace planes de cuándo y cómo reiniciar los campeonatos, aún cuando esta última salió a desmentirlo.
Pasando el balón, la misma Dimayor recibió un portazo del Gobierno como respuesta a su solicitud de apoyo directo, afirmando que las pérdidas de los clubes profesionales ascenderán a 81 mil millones de pesos. El balón se los devolvió el Ministro del Deporte: “hay que ser claros, no podemos priorizar el fútbol, como uno de los elementos sustanciales que hay que apoyar. Hay muchos temas sociales que hay que apalancar primero”.
De inmediato, el polémico presidente de Dimayor, Jorge Enrique Vélez, salió otra vez a aclarar que no estaban pidiendo plata sino políticas para afrontar la crisis. Dicho sea de paso, el señor Vélez que se gana un dineral que tiene sufriendo a más de un club afiliado, se la ha pasado aclarando sus salidas desatinadas como las respuestas a la prensa –de la que se ufana de ser su amigo- y, además, teniendo que tragarse entera la factura que quiso expedirle al gobierno nacional para permitir la televisión pública de sus torneos.
Después de la mendicante carta de la Dimayor, la pelota quedó en la cancha de la Federación Colombiana de Fútbol que -sin tanto toque y jugando para el frente- anunció un aporte de 11 mil millones de pesos para ayudar a los clubes profesionales y luego se conoció que la ayuda también abarcaría al fútbol aficionado con partidas de 60 millones para cada una de las ligas departamentales.
Falta que hable la Difútbol, que usufructúa ese fútbol aficionado en Colombia y que también debe tener sus buenos millones guardados en sus cuentas, para que haga algo por los miles de entrenadores de sus clubes aficionados y profesores de las escuelas de formación que viven de lo que pagan los padres de los niños y jóvenes.
Y entre los jugadores también hay otro partido mediático. En un bando está el selecto grupo de las figuras que viven en sus burbujas exorbitantes anunciando por allá y por acá sus millonarias donaciones que son titulares y noticias de primera plana en los medios de comunicación. Y del otro lado, esa inmensa mayoría de jugadores que están amenazados por la cancelación de sus contratos o preocupados la rebaja de sus quincenas –algunas boyantes y otras precarias- y los cuales solo merecen las publicaciones de rutina y regularmente visibles porque no son los afamados tapados en plata.
En lo que sí estamos de acuerdo todos, pobres y ricos en la emergencia económica; sanos y contagiados en la crisis sanitaria, es que “harta falta que nos hace el fútbol”, así el negocio del signo $$$ lo haya sobredimensionado y en la cancha, la dinámica física en lugar del pausado talento lo haya desfigurado.
Terminando esta columna me encuentro con otro balonazo que leí entre tanta proliferación de noticias futboleras en medio del corona virus: ¿quien ha dicho esta boca es mía por los árbitros?.