Por GABRIEL ÁNGEL ARDILA
A muy poco, está la parte oscura de la luz. O, como hoy demuestran en las calles, a muy poca distancia está la línea tensa que prohíja la «cuerda floja» de la moral que no aplican. Exigiendo «derechos» son capaces de extender la línea tensa y acerada sobre una vía, justo a la altura del cuello de un pasajero sentado sobre la moto que lo llevará hasta el cielo… ¡Nada inocente, la jugada! Y una vez «probada» la letalidad de esa cuerda, llegaron las explicaciones sobre que ¡no era para matar civiles! Contundente discurso de criminales.
Se expresó y es clara la repulsión que causa el cuento chino de exigir el retorno de condenados por delitos de igual gravedad que ahí, también dentro de la muralla china. No son meros comparendos por mal comportamiento en la vía o infracciones de tránsito: los condenan por intentar o estar envenenando a población joven y adulta, con drogas que llevan entre sus equipajes o cargados en sus intestinos y organismos, en esa variada gama criminalmente ingeniosa de las mulas del narcotráfico.
Y las condenas allá son con pena de muerte o cadena perpetua… que de ninguna manera pagan el daño hecho, ni las graves consecuencias que sus negocios causan a otras vidas, allá y acá… Donde lo hagan. Esa marea extensa y perversamente defendida por órganos supuestamente destinados a defender la vida y la integridad de los seres humanos, es el cuento chi…mbo que nos quieren hacer creer y repetir.
Como lo es el extremo de candidez o el colmo del cinismo, que cierto jefe guerrillero dijese ante la JEP que ellos fueron engañados por esos marrulleros niños (cuanto menor de edad reclutado) quienes los engañaban mintiendoles sobre la edad y las situaciones dramáticas en sus hogares, por lo cual justificaban el crimen de lesa humanidad de retener y secuestrar menores para adoctrinar y formar guerreros. No causa ni risa, eso…
Y sin verdad alguna y menos propósitos de reparación, los criminales se pavonean como piscos de mejor familia y pavos reales sin casta, para encubrir sus pelambres de simples chulos o polluelos de gallinazo, que crecen y ejercen como lo único que son: carroñeros.