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Director Fundador

ActualidadEl día que conocí a un apóstol

El día que conocí a un apóstol

Williams Alberto Hernández es el hombre más generoso que he conocido en los últimos años, gracias al ejercicio solitario y meditabundo que suscita la poesía. De él supe por primera vez por referencia de una gran amiga virtual con la que he cultivado por años una amistad, cuyo puente ha sido el teatro, la poesía, la literatura y la camaradería constante. Ella le habló de mi a un poeta apóstol, de mí, un pobre mortal que comete poesía cuando el tiempo se lo permite y las fuerzas estéticas acuden a su mano seca, a su cabeza libre, a su palabra desatada.

El caso fue que nos contactamos y comenzamos a hablar de una pasión que compartimos, la poesía, el verso, la forma de las palabras en la búsqueda la belleza, de la precisión del poema. Supe de su grandioso proyecto, encuentro de Poetas la Victoria, festival que realizó aún cuando la pandemia del COVID impidió el encuentro físico y con todas las contingencias que tiene hoy Venezuela en términos de su servicio de electricidad e internet. Es que había omitido un detalle importante, el maestro Williams Hernández es venezolano, vive y respira en su país y lleva desde su región la poesía a todo Latinoamérica.

El caso es que el maestro empieza a conocer mis versos, que tímidamente iban formando un primer proyecto de libro y me invita a ser parte del encuentro de poetas La Victoria del año 2020 el año de la pandemia. La participación mía fue a través de un vídeo de cinco minutos donde leí algunos de mis poemas y hablé un poco de poesía colombiana, dada la amplía participación de poetas colombianos y de otros países latinoamericanos.

Y como las buenas invitaciones se devuelven, yo invité a Williams Hernández, dentro del proyecto de Contagio Poesía, proyecto audiovisual de lecturas de poesía en Cuarentena, a participar de un homenaje a Federico García Lorca a través de un vídeo donde participaron distintos escritores y docentes que hasta leyeron en inglés versos del poeta granadino.

Fue por el conducto de la amistad y la reciprocidad, que Williams escribe un epilogo de mi primer poemario Melancolía del Puerto, que circula por varias partes del país y que cierra con palabras generosas como él el libro.

Las ocupaciones mías nos alejaron un tiempo, tímidamente seguí sus proyectos en el año 2021 y 2022 con su encuentro de poesía y su Ruta latinoamericana de poesía, un periplo que hace el maestro por varios países del continente, llevando la poesía de todas las formas posibles, en talleres que él mismo diseña desde su experiencia como escritor y poeta, en recitales en los que comparte con los poetas de los lugares que va pisando, en conversaciones donde la poesía surge espontáneamente, en todos los envases y formas que la poesía tiene, Williams me recuerda ese gran poeta nuestro, Porfirio Barba Jacob, peregrino, errante viviendo poesía en Cuba, Honduras, México, Estados Unidos, Guatemala, un errante que decide ser y acontecer en el único país que era libre, el país de su poesía.

Williams un día toma la decisión de emprender una ruta, coge su mapa traza unos destinos que le interesan, busca amigos que siempre haya en esos lugares, alista el dinero disponible para el viaje, y emprende su camino, se ausenta de su lugar vital por varios meses, y re habita otros lugares con su figura física  y su acontecer poético, es dos personas en una poeta en su dimensión física, delgado, con cabello cano y sonrisa sincera, de maneras suaves y palabra pausada, de convicciones profundas que expresa con la lentitud propia de quién sabe como pisar cada paso.

En marzo de este año, fui invitado al encuentro de poetas La Victoria en Venezuela. No me fue posible asistir, queda pendiente mi estancia y paso por ese hermoso espacio, sin embargo, la suerte volvió a echar las cartas, y Williams, anunció nueva Ruta de la poesía y su paso por Pereira mi ciudad y un par más en el Eje Cafetero.

De inmediato me contacto y concertamos su fecha de llegada y los espacios del compartir de su peregrinaje poético. Concretamos un encuentro breve y de pocos asistentes en la sala Carlos Drews Castro con el maestro, pintor y escultor James Llanos, allí conversamos un poco de creación poética y Williams nos ofreció el pan de su poesía, directa, sencilla diáfana. A pesar de la poca asistencia, era un día sábado, cabalísticamente poco propicio para la poesía recitada, sin embargo eso no amilanó a Williams, porque como buen apóstol, ofrece su palabra a la multitud o la unidad, si hay uno en torno a la palabra poética, para él es tan válido como si tuviera un auditorio a rabiar, Williams es un poeta raro, no tiene pretensión distinta que crear y compartir, no está dentro de las lógicas de las logias del mutuo elogio propio de las élites literarias, las ignora, que no desprecia, va al margen de ellas, ha  recorrido el continente sin ellas y se ha impuesto dejar una huella a pesar de ellas.

En una tierra de grandes poetas, rockstars del verso y la literatura, de poetas con dinero y de la clase económica dominante, y poetas de régimen, promovidos por el aplauso de la ideología de turno y otros marginados por no pensar igual al gobernante, Williams no es ni lo uno ni lo otro, es un punto medio entre ambos extremos.

De la Sala Carlos Drews, nos fuimos para el sector de las Brisas un barrio periférico de la ciudad de Pereira, reconocido por sus dificultades de pobreza, violencia y microtráfico. Nos fuimos en el Mega cable, que atraviesa la mitad de la ciudad irrumpiendo en la montaña por los aires, en el paseo, Williams contempló el paisaje y lo respiro palmo a palmo. Nos bajamos en el destino final y llegamos a la casa del maestro Alonso Marulanda Álvarez, actor, director y dramaturgo que vive en ese sector y que resiste desde el teatro como modo de vida y alimento espiritual, nos esperaba un pequeño grupo de ciudadanos que se pegaron el viaje en cable, y que tenían necesidad de poesía, de literatura de versos.

La casa del maestro Alonso es un teatro, él vive, duerme, cocina, y se ducha en el teatro y allí mismo realiza una labor social donde forma niños y jóvenes del barrio en su casa que convirtió en salita de presentaciones para obras de pequeño formato. Teníamos pasabocas vino y copas de cristal para departir y escuharnos “mi vaso lleno, el vino del Anáhuac” … diría Porfirio y la presencia necesaria de una pequeña actriz talentosísima, Nicole, que nos regaló una pequeña muestra de esperanza estética, pues la niña prodigio tiene una memoria escasa ya en los de su generación para recitar textos e interpretarlos.

La poesía en esa casa hizo su paso en las voces de Alonso, Nicole, el maestro y la mía, anfitrión del encuentro y feliz de tener a mi invitado en un lugar como la sala de teatro Blanco y Negro a la que voy cada que puedo.

Salimos de casa del maestro felices con el compartir y por la afortunada coincidencia de dos personas que tienen relación con Venezuela, el primero por ser su patria Natal y el segundo por ser su patria estética, Alonso se educó en ese país como actor de teatro para obreros, y en sus obras siempre habrá ecos de Nazoa y Otero Silva, y una apuesta por la justicia poética tan necesaria para nuestros pueblos.

Nuestro encuentro terminó leyendo poesía para su musa venezolana, a través de un vídeo de solidaridad desde el verso y la palabra, se tomó una cerveza por la ocasión con la plaza central de Pereira al fondo y toda la tarde conversamos de política, sin saber que también estábamos hablando de poesía.

El maestro Williams prosiguió su camino para Bogotá y después a Duitama, de allí retornaría a su país a pensar su experiencia, a decantar su viaje, a compartir lo vivido, y a preparar maletas para la próxima ruta que anunciará en cualquier momento.

Así fue el día que conocí a un apóstol.

MIGUEL ÁNGEL RUBIO

PEREIRA 31 DE AGOSTO DE 2023

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