Alberto Zuluaga Trujillo
Circula por estos días un mensaje en las redes sociales reconociendo la capacidad de gestión de las mandatarias mundiales quienes, con inteligencia y decisión, han impedido que sus pueblos sufran masivamente el dolor y la tragedia que las demás naciones del mundo, gobernado por hombres, vienen padeciendo. A la cabeza de todas ellas Ángela Merkel en Alemania se lleva todos los aplausos. Próxima a completar 15 años como Primera Ministra, supo tomar a tiempo las medidas necesarias para enfrentar la pandemia, en un país con 83 millones y medio de habitantes. Pese al tiempo transcurrido conservando las riendas del poder, ha hecho trizas la creencia de que el mismo desgasta al ejercerlo con un respaldo por encima del 70 por ciento. Igual sucede con Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Islandia, Noruega, Taiwán, Bélgica, Croacia, Estonia y Eslovaquia quienes, teniendo al frente de sus gobiernos a muy brillantes mujeres, presentan un porcentaje bajo de infección en una Europa devastada por el COVID19. El éxito de todas ellas fue el haber intervenido de manera temprana y con medidas apropiadas los comienzos de los contagios haciendo los test y los aislamientos adecuados. El hecho de haber once mujeres al frente de los destinos de estas naciones en un mundo, en el que menos del 7 por ciento de los líderes mundiales hacen parte del mal llamado sexo débil, nos está diciendo a las claras que es hora de sepultar la creencia de que el poder es propio del género masculino en donde, si bien hay sin duda sobresalientes mandatarios, no es menos cierto que en ellos sobresalen gobernantes opacos y corruptos que han hecho de las formas de gobernar el medio de enriquecimiento personal a más del envilecimiento de la calidad humana de sus gobernados. En 1960 el mundo tuvo la primera mujer al mando de un Estado moderno con Sirivamo Bandaranaike en Sri Lanka. Luego, en 1979 el mundo supo admirar la tenacidad y la valentía de la Dama de Hierro Margaret Thatcher al ocupar el cargo de Primera Ministra de Inglaterra, cargo que ocupara por más de una década, marcando a toda una generación política. Bogotá tiene en Claudia López, la primera alcaldesa elegida por voto popular. Es cierto que hoy las mujeres ocupan espacios y hacen cosas antes inimaginables como ganarse su dinero en trabajos distintos compitiendo con el hombre. La mujer de hoy asiste a las universidades, adopta hijos y hasta se enamora de otra mujer labrándose su propia suerte y abriéndose paso entre una sociedad machista que poco a poco va cediendo ante su empuje arrollador. Pero aun así, la sociedad nuestra es reacia a reconocerle toda la capacidad real de trabajo, continuando limitadas, no por sus aptitudes e intelecto, sino por absurdos atavismos culturales. Que el cerebro del hombre es superior al de la mujer es a todas luces un despropósito. El cerebro es intersexual. Distinto es que existan características comunes en el de los hombres como también las hay en el de las mujeres. Ellas son más sensibles y emocionales, mientras nosotros somos más agresivos y sexuales. He ahí una gran diferencia para que estas mandatarias respondan con más asertividad y raciocinio.
Publicada simultáneamente en El Diario y reproducida en El Opinadero con la autorización previa y expresa del autor.
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Es cuestión de formación moral y ejercicio ético de la Política