El infierno es financieramente inviable. No existen los medios para asegurar su operación durante toda la eternidad. Para el análisis y con el fin de brindar claridad me apoyaré en las cifras vigentes en Colombia. Pero, por supuesto, no me refiero a este país; mi propósito es tan solo de carácter académico
Veamos: las estadísticas revelan que hemos existido no menos de ciento diez mil millones de humanos desde la aparición de la especie. En la actualidad vivimos unos siete u ocho mil millones. Lo cual permite calcular, descontando a quienes respiraron después del advenimiento de Cristo y fallecieron en los últimos dos mil años, que unos cien mil millones de personas deambularon sin acceso a su mensaje de salvación; bueno: uno más o uno menos. Es decir, solo por la fecha de nacimiento quedaron sentenciadas sin derecho al recurso de reposición y en subsidio el de apelación, y mucho menos de casación.
Los que seguimos caminando sobre la faz de la tierra y en cualquier momento partiremos estamos condenados de antemano. Nacimos con el extraño e inexplicable “pecado original” por la manzana que se comieron Adán y Eva y otras cositas prohibidas que hicieron, y nos toca ganar la salvación con nuestros méritos, la que raras veces se logra porque la existencia es un desafío diario en el cual resulta imposible dejar de causar daño a terceros, por más que nos esforcemos por ser “buenos” y “perfectos”.
Con semejante cantidad de huéspedes, las instalaciones locativas tendrían que ser tan grandes que soporten ese creciente número de víctimas de la justicia de ultratumba. ¿Dónde hay espacio para edificaciones que cumplan tan desproporcionadas exigencias de área, así como arquitectónicas y de ingeniería, además de la complejidad que tendrían sus redes hidráulicas, eléctricas y sanitarias? ¿Y quién y con qué las construiría, si bien sabemos lo costoso que es pegar cualquier ladrillo y lo avivatos que son los maestros de obra?.
La idea sería martirizar a todos durante las 24 horas del día, sin descanso. Por lo tanto, por cada prisionero destinado a pagar por los siglos de los siglos los errores cometidos en sus momentos de debilidad humana durante una breve existencia en este planeta, se necesitarían tres diablitos en turnos de 8 horas diarias, negándoles la pausa para el almuerzo.
Esto sigificaría que solo en mano de obra calificada por la necesaria capacitación previa que demanda un oficio tan exigente y sofisticado, pero suponiendo para efectos prácticos que sólo devengarían el salario mínimo legal mensual de $1.160.000, la nómina mensual mínima para los tres turnos sería algo que mi humilde computadora describe así: 3.48e+17; valor este que al multiplicarlo por 12 para establecer un presupuesto anual arrojaría otro garabato incomprensible. Y eso que omito incluir el auxilio de transporte, las horas extras, los recargos nocturnos, las primas, los reajustes y los inevitables litigios con trabajadores inconformes. Lo hago intencionalmente para evitarles la fatiga intelectual a los cerebros menos matemáticos. Si algún contador público juramentado está leyendo y encuentra imprecisiones en mis cálculos, por favor disculpe; esos dígitos astronómicos no los maneja ni el Diablo.
Pero recordemos que hasta los malvados profesionales de la tortura tienen derecho al descanso en dominicales y festivos y a vacaciones para disfrutar del sol y la playa con sus familias. Deben recargar baterías cada año, lo cual significa que en esas ausencias se requeriría una inmensa nómina adicional. Ni siquiera pierdo el tiempo intentando determinar su valor. Hasta mis dispositivos electrónicos más avanzados son derrotados por tan infernales guarismos.
Y si por iniciativa de un Satanás progresista de las tinieblas se llegare a aprobar una reforma laboral que permita la huelga indefinida en los servicios públicos y el sector privado, ¿qué pasaría con los malvados que tendrían un inmerecido descanso del martirio pero seguirían necesitando manutención?
Recordemos que cada interno necesita alimentación para “sobrevivir” a los chuzones con grandes tenedores y al dolor causado por las quemaduras en las cacerolas; desayuno, almuerzo y cena para que el cuerpo resista el sufrimiento perpetuo.
¿De dónde podría salir el dinero para asumir tan elevados gastos? Si asimilamos la operación a un servicio público fundamental, supongo que sería necesario acudir a los impuestos, como hacen algunos gobiernos cada vez que se les ocurre regalar dinero a quienes no se lo han ganado con el ejercicio de actividades productivas o a los delincuentes para que “dejen de matar”. Pero, ¿quién pagaría los gravámenes, si los usuarios están privados del derecho al trabajo por los siglos de los siglos, amén?
Y si pensamos que se trata de una empresa privada y de repente algún inversionista anuncia que dispone de los recursos necesarios para garantizar su funcionamiento hasta el fin de los tiempos, sería necesario investigarlo por enriquecimiento ilícito, lavado de activos y hasta concierto para delinquir. A lo mejor saldría condenado y terminaría en las mismas ollas de sus clientes porque es imposible que alguien arbitre en forma honrada tal nivel de ingresos. Aunque el Gran Jefe podría nombrarlo Ministro o algo parecido y la Fiscalía perdería competencia.
El tema de la financiación del mundo azufrado es muy parecido a la situación de algunos Estados. A medida que el líder utiliza como un demente los tributos y sobretasas empobreciendo a los generadores de riqueza y privándolos de su liquidez y solvencia, va llegando el momento en que los “revienta” hasta que no tenga de dónde sacarles más platica. Las gallinas mueren de tanto poner huevos de oro.
El hades es un pésimo negocio, tanto en la empresa privada como en el sector público. Lamentablemente algunos países se dirigen a pasos agigantados a convertirse en el temido averno. No es el caso de Colombia. No. Ni más faltaba.
Simplemente GENIAL… Explicado con plastilina pero desafortunadamente la gente que apoya la hoguera en el infierno no lee, sólo ve novelas y los comerciales pagados por el diablo donde nos dicen que estamos viviendo sabroso.