Por: Ricardo Tribín Acosta
No por estar en una determinada posición de relieve se puede considerar a alguien como un verdadero líder. Los cargos no hacen al líder; el liderazgo hace de ellos algo digno de imitar y es garante de positivas acciones. Para que esto suceda es importante tener en cuenta que un líder, no solo debe servir de modelo de actuación ante los demás, sino que también es necesario que con su vida se convierta en un estímulo de crecimiento para los que lo siguen.
De otra parte, resulta importante que este tenga una visión de a dónde desea llevar a su grupo y estar dispuesto a no guardársela para sí mismo, sino a compartirla con los demás. De la misma forma tendrá la tendencia a retar la realidad y a los procesos existentes, de manera tal que no tragará entero, ni quedará esclavizado ante lo tradicional, como tampoco ante las costumbres.
La capacitación de su grupo será una de sus tareas prioritarias, amén de que le facilitará y dará motivación a otros para actuar y progresar. Y como en esta persona el egoísmo no es parte integral de lo que es, estará entonces dispuesto a orientar a quien se equivoque, a descartar a quien yerre compulsivamente, y a celebrar con júbilo los éxitos de los demás. Para ello su aporte al grupo resulta transitorio, ya que su paso por este facilitará el ascenso de quienes se guían por él, así como su propio crecimiento en otras áreas y sectores donde posteriormente le corresponderá actuar.