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El maestro saltando a la virtualidad

Por: John Harold Giraldo Herrera

De un solo clic los profesores abandonamos el encuentro en esos sitios de asfixia, (cuando no hay una propuesta digna y renovadora)[1], como son los salones, o lo que separa a un encierro confinado por una j (aula), por unos espacios desde las casas y las de los demás, o desde donde sea posible hacerlo.

Un pestañeo nos trajo a ese escenario intangible, a esa copa de cristal que cae y sabemos que pronto generará un ruido y aún así se mantiene: lo intangible de lo virtual. Mucho hay entre un modo de contagio en un salón de clases y el otro siendo aprehendido por el pixel, por la contingencia del audio, la imagen y lo multimedial. Aún así hay algo que no cambia: lo pedagógico. El problema es de conectividad, lo sabemos; las enormes inequidades en Colombia, no las quiero poner de manifiesto. Pero el tránsito no supone sólo tener, de datos o de un dispositivo, el hecho esencial es la interacción, esa no es exclusiva sino de la vocación y la comprensión de lo que implica ser docente.

Ningún artesano del saber es contratado y en su relación laboral se establece que debe tener un computador o dispositivo y menos un plan de internet para llevar a cabo su ejercicio. Hecho elemental que cualquier institución educativa o el gobierno debería suplir. ¿Por qué no se toma esta proclama como fundamental ya que hay que dar ese salto al mundo de los encuentros sincrónicos y sincrónicos por las Tic?  Varios países así lo han hecho, uno tan pequeño como Estonia lo tiene como un derecho, seguido de Finlandia, Singapur, en Latinoamérica, Panamá, Chile y Uruguay. Colombia es de los peores en el mundo.

Los medios educativos, cualquiera que ellos sean o los requeridos, son parte de un proceso pedagógico. En esa línea, tanto como tener laboratorios, poseer infraestructura y ambientes de enseñanza-aprendizaje amenos y adecuados, así como contar con aparatos, objetos, y aquello utilizado en una interacción pedagógica, influye, no determina. Aún así, otra brecha es esa, la mayor parte de instituciones educativas no se encuentran dotadas con lo mínimo. Es así como varios estudiantes y profesores nos hemos encontrado con desafíos cómo: “no tengo buenas gigas”, “se me cae la señal”, “profe está lento o pesado el tráfico de información”, “se me pega”, y unas más como: “¿me escucha?”, “¿Me ven bien?”, y otras en las que o no se dejan ver o no es posible saber de la pose y el sitio donde se ejerce esa relación, algunos duermen sin que el profesor lo sepa, y otros más dejan encendidos los datos mientras todo pasa y se alinean sólo en el momento de llamar a lista. Saltar al abrazo de unas conexiones online, ha puesto, como en lo económico, una realidad muy deplorable, aunque no del todo. En algunas partes, como en la U de Antioquia, han consensuado que hasta que no se encuentren todos, no se avanza, ni uno menos, es la consigna.

Luego está el disponer de un modelo pedagógico, allí, siempre me resulta necesario, pensar y decir que un proyecto de país que nos sacuda las telarañas de la ignominia, y nos permita dar al menos un brinco a otro tipo de sociedad y ser humano, está muy distante, al no zafarse de un modelo de producción caníbal en lo económico y voraz en lo humano: ¿hacia dónde avanzamos? Las respuestas se encuentran en el desastre con lo ambiental, en la corrupción… Es decir, si nos preguntamos en qué país merecemos vivir y cuáles y cómo son esos sujetos que lo construyen. Las variantes no son en el actual modelo; este demuestra que las competencias, eso de “ser alguien en la vida”[2], demostrar el mayor talento posible, sin importar los demás y el contexto vivido, debe transformarse. Emerge, eso sí, porque la dedicación y la fuerza del magisterio, así como los detonantes por lo mejor y de calidad no se detienen, unas pruebas de lo solidario, de cómo tejiéndonos superamos desgracias, al ampliar redes nos potenciamos. Siguen siendo vigentes, que la educación encara los retos, y propone, en eso, no hay atajo: los profesores siempre tenemos ideas y maneras de enfrentar lo que se vive. Así como los médicos, los docentes nos encontramos en la primera línea.

Para mí, en medio del confinamiento, seguir viéndonos, y manteniendo la llama por el conocimiento y por saber cómo nos encontramos y cómo ayudarnos, es lo primordial. En medio de la pandemia, la educación nos sigue cultivando. Ya no es la búsqueda del fuego lo que nos conmina, es la de mantenernos vivos, y darnos abrigo y esperanzas, ofrecernos motivaciones y encontrar caminos, lo que nos moviliza. Sin declinar, la lucha por una educación humana, de calidad y donde sea un derecho y no una mercancía. ¿Ya se dieron cuenta de lo trascendental de tener una educación que nos brinde garantías a la sociedad?

No hemos parpadeado y ya llevamos, los que somos de universidades, un buen tramo de relaciones mediadas por plataformas muy diversas. Pueden ser los profesores muy titulados, haber hecho muchos proyectos y publicado artículos, ser lo más en la investigación, o por el contrario, no haber hecho nada distinto a lo que desde los griegos, se llama educar con lo dialógico, con la interacción. Hablar cansa, y no puede ser el centro de un ejercicio educativo, es la unión, de incluir también la escucha, más difícil a veces por los docentes hacia los estudiantes, cuando hay inter-locución, apelaciones, preguntas, construcción colectiva, entonces hablamos de un hecho fundamental: esa es la pedagogía.

Las Tic, no son sólo los dispositivos móviles o los más conocidos como la Tv, o el vídeo, también la radio y ciertos artefactos y procesos median: la voz, el tono, el ambiente construido, entre una serie muy amplia. El caso es que un docente con vocación como los he visto, enseña así sea mandando cartas, lo hacen colegas en el Cauca, donde ni electricidad hay permanente. O enviando vídeos de un minuto, o empleando la radio. Lo central es interactuar, no perder de vista el contacto. El salto nos cogió en pañales, pero seguro, los maestros, saben que su profesión implica una de las mejores estrategias para defender la vida y engendrarnos de nuevo; un dato bien oportuno es que el 92% de los docentes ya son titulados[3] (hablamos de la educación básica y Media vocacional).

 ¿Qué pasaría si lo que sigue es un posible apagón o una caída de internet? No se trata de dar instrucciones, este mundo naufraga con tanta información, un reclamo de una época, se trata de saber cuál es la primordial y qué hacer con ella; ahora es necesario reconocer que sin un diálogo, sin conversa, sin mediarnos… Es decir que, sin pedagogía ni didáctica, incluido el contexto, las necesidades, motivaciones, pensamientos de los otros: el enfoque humano, ninguna educación podrá surtir efecto.


[1] Cualquier educación -promotora del pensamiento crítico, la innovación y propositiva-, hará de una cárcel o de un confinamiento un territorio de libertad.

[2] Algo por combatir, pues se parte de que uno no es nadie sino se educa en lo formal, y esa forma de vernos es aberrante. Todos somos alguien en la vida.

[3] Dato ubicado en el estudio: ¿Quiénes son los docentes en Colombia?, publicado por el Banco de la República en diciembre del 2018, disponible en: http://repositorio.banrep.gov.co/bitstream/handle/20.500.12134/9560/DTSERU%20276.pdf?sequence=7&isAllowed=y

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