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CulturaEl manuscrito de ISKIDARA

El manuscrito de ISKIDARA

Por ÁLVARO CAMACHO ANDRADE

Conocí Iskidara en 1994 una noche que la adrenalina me llevó a la primera cita con una hermosa periodista que se enamoró de mí porque le decía “chusca”. Quedaba en una vieja casa de la carrera 7ª con calle 23 a media cuadra del lago Uribe en Pereira, era un singular bar que combinaba el licor con los objetos de cobre, las baladas de los años 60, las antigüedades, la tenue penumbra y la música suave que incitaban al romance. Pedimos cerveza escarchada que nos duró poco mientras rompíamos el hielo, pero la segunda duró más porque nos inspiramos inventándonos largos besos llenos de pasión desenfrenada.
Volvimos únicamente dos o tres veces porque nuestro romance no duró mucho debido a que nos separaba la distancia; ella vivía en un barrio de Cuba y la condición en cada encuentro era que la debía dejar en su casa, solo que la mía quedaba en Dosquebradas y era un gallo salir a la 1 am a Cuba para después tomar rumbo al otro lado del planeta. Me quedé sin la chusca.
En una de esas citas descubrí, mientras ella iba al baño, que Iskidara en el día, funcionaba como anticuario y como amante a las antigüedades fui en la mañana a comprar cachivaches. Conseguí una cámara de fotografía en forma de caja de 1940, un Yo-yo Russell de 1969, un álbum de fotos japonés con forma de piano y con caja de música que aún conservo virgen, y vi entre viejas lámparas de petróleo, bacinillas esmaltadas, chocolateras de cobre y planchas de carbón unas tablillas de madera aproximadamente de 30 cm de largo por unos cinco cm de ancho, burdamente talladas y amarradas con una cuerda de los años de jupa por las que me interesé. El dueño me dijo que era un libro de papiro que valía $30.000, le regateé un poco y me lo vendió en veinte.
Llegué a mi casa a revisar el extraño objeto, las tablillas eran de balso o alguna madera muy liviana y en su interior treinta y pico hojas parecidas al papiro manuscritas cuidadosamente con tinta negra y caractéres desconocidos. Varias preguntas surgieron: ¿qué era? ¿en qué idioma estaba escrito? ¿de qué época era? ¿de qué material eran las hojas? ¿Cuál era su contenido? ¿de qué lugar provenía?
Por alguna razón desconocida olvidé el libro durante unos diez años en un escaparate pero en 2004 me volví a interesar y comencé la investigación, lo llevé a la oficina y se lo enseñé a mi amigo Luis Fernando Cañizales que se interesó y con algunas fotocopias que le compartí descubrimos que no era escrito en árabe como pensábamos en primer momento sino en antiguo idioma tamil que se utilizaba en el sur de la India y en Sri Lanka. Ahora a raíz de la pandemia continué la investigación y gracias a don Google descubrí que posiblemente es un libro sagrado budista de finales del siglo XVIII hecho con hojas de palma y que sus caractéres son esencialmente redondos o con curvas debido a que los trazos rectos dañan las hojas.
No he podido encontrar quién pueda traducir su contenido, cuando lo logre espero que el manuscrito sagrado de Iskidara revele la fórmula de la cerveza escarchada.
ÁLVARO CAMACHO ANDRADE

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