El crecimiento económico es uno de los indicadores más usados para medir el éxito de un país, no es más que la sumatoria de todos los bienes y servicios que producen en un lapso de tiempo, y es el denominado Producto Interno Bruto – PIB. Cuando sube el PIB parece que todo va sobre ruedas porque hay más inversiones, mayor nivel de empleo y manejo de todos los recursos, al país le prestan dinero a mejores tasas de interés, hay menor riesgo para los inversionistas externos y el presupuesto de ingresos recibe mayor dinero por el mayor pago de impuestos dado por la mayor actividad económica.
La otra cara de la moneda se da por la calidad de este indicador y sus efectos. Muchos expertos muestran su preocupación por el desmedido consumo de la población que está afectando el medio ambiente, ha destruido poco a poco el planeta y ha generado una inmensa desigualdad social en todas las latitudes.
Lo importante no es crecer, sino cómo crecer. Es decir que estamos tan inmersos en este indicador que se ha vuelto un dictador en la toma de decisiones de los gobiernos. Hay que dar una mirada de más fondo, en primer lugar, ¿las mejores economías son las que mejores PIB tienen? No necesariamente, hay países con serios problemas de acceso a la educación, la salud, a seguridad alimentaria, en seguridad jurídica. Un ejemplo cercano es Guyana, un país suramericano, pequeño que ha tenido un crecimiento espectacular debido a que se descubrieron inmensas cantidades de petróleo frente a sus costas, en 2022 creció cerca del 60%. ¿Quiere decir que está dentro de las mejores economías del mundo? Ahora bien, Libia en África que en 2022 decreció su economía en -18%, pero para el 2023 se estima va a crecer un 18% en positivo. En el caso de Guyana se da el efecto rebote, que consiste en que se ve una cifra muy alta dado que la base de comparación es muy baja. Venezuela tendrá este año un crecimiento muy alto, pero su base también es muy baja por la pérdida de su capacidad productiva, mientras que varios países europeos van a entrar posiblemente en una recesión, pero tienen un nivel y calidad de vida elevados. Como conclusión tenemos que el crecimiento en un año no es el reflejo de la salud de economía.
En segundo lugar, el PIB no distingue entre las actividades legales e ilegales. Las actividades de la denominada “economía canalla” definida como aquellas actividades ilícitas que mueven inmensas cantidades de dinero, generan empleo, tienen grandes cadenas de distribución global que afectan a todas las economías, como son el comercio sexual, las hipotecas basura, las falsificaciones chinas, los biopiratas que se han introducido en la industria de la sangre, bandidos que expolian los mares profundos para alimentar viveros de pescado, la pornografía que ha desarrollado una segunda vida, el tráfico de animales, de metales preciosos, de personas, del narcotráfico, se han convertido en imperios económicos globales, que han dado una nueva forma a la economía. Son fuerzas muy fuertes y altamente rentables. Es una economía que se ha ido desarrollando desde hace muchas décadas y han influido en el crecimiento del PIB, todas estas actividades generan empleo, aumentan el consumo, y al final entran en la bolsa del crecimiento de un país. Es difícil de medir el impacto de estas actividades, pero no es menor al 5% del total del indicador.
Un tercer aspecto, tiene que ver que a mayor crecimiento del PIB hay mejores condiciones de vida de su población. Es relativo, en algunos países se dan mejores condiciones para la mayoría, pero en otros lo que genera es mayores ingresos a una minoría, como es el caso de Colombia en donde el indicador Gini es un vergonzoso 51,5 superados solo por Haití, todos los países de África tienen un mejor índice. Es patético. En nuestro caso el incremento del PIB no es sinónimo de calidad de vida ni de desarrollo social, los medios de comunicación y la élite enquistada en el poder nos ha mostrado otro país, cuando la realidad es bien diferente.
Un cuarto punto, es considerar que el crecimiento del PIB no tiene efectos negativos, por ejemplo, la producción de vehículos está en la medición, pero no sus adversidades como es la contaminación ambiental, que termina en un mayor gasto en salud y del medio ambiente. Una crítica a este indicador es que la riqueza se concentra en máximo el 5% de la población mundial, inclusive menos. Una brecha que ha aumentado en el último siglo. Las bolsas de valores no generan un crecimiento productivo, es una permanente especulación, que solo aumentan el capital de quienes ya tienen mucha fortuna. Mientras tanto, la producción agrícola, de la que comemos a diario se encuentra en el olvido, asediada por las guerras y fuerzas paramilitares que buscan quedarse con la tierra como sinónimo de poder, no de bienestar.
No todo es negativo, el crecimiento económico ha permitido el desarrollo en la distribución de energía eléctrica, agua potable, grandes avances en medicina, una mayor esperanza de vida, pero no ha sido distribuida a toda la sociedad. Nos han llenado de consumo como un pasa tiempo. Como lo expresa la economista y periodista italiana, Loretta Napoleoni en su libro “Economía canalla”, dice en su introducción: “…el cuadro que aparece ante nuestros ojos es similar al mundo real de Matrix: un mundo sumido en una turbulencia comercial profunda”.
Respetado Columnista:
Es gratificante la forma pedagógica en que nos conduce por estos caminos de la Economía global y nacional
Gracias.
Indudablemente hay que contrastar el crecimiento con el desarrollo económico, la variable cuantitativa con la cualitativa, porque si el crecimiento no genera calidad de vida en la población, la economía está produciendo riqueza a otros sectores económicos, menos a la gente más necesitada, que es el verdadero objeto social del Estado. Interesante artículo Alvaro.