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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ÉTICAEl plagio académico socava la moral ciudadana

El plagio académico socava la moral ciudadana

Por LUIS OSPINA

El plagio es fracturar la producción del conocimiento, además de socavar la moral misma

Migueranda2@gmail.com

Continúa vigente el estudio que realizó, hace ya cinco años, el Centro de Pensamiento Corpovisionarios (que lideró Antanas Mockus), en cinco universidades colombianas sobre el fraude estudiantil. Una de sus conclusiones fue develar que la cultura de la trampa está muy arraigada entre los discentes universitarios. El estudio reveló respuestas de casi 2 mil 800 estudiantes de varias universidades del país: Los Andes, la Pedagógica Nacional, la Tecnológica de Bolívar y Eafit de Medellín. De cada 10 encuestados, ocho, dicen que más de la mitad de sus compañeros han cometido fraude en los exámenes; seis  de cada 10 han mandado a hacer sus trabajos a terceros. Y la mayoría (85%) piensa que es muy poco o nada grave copiar en un examen, o descargar un libro completo o, incluso, firmar la asistencia por un compañero. Y a uno de cada tres estudiantes no les tiembla la mano para utilizar una idea, o un párrafo sin dar los créditos de autoría respectivos; y cuatro de cada 10 no ven mal copiarse en un examen, incluso, “ayudarle” a su compañero.

En el estudio se les preguntó por qué lo hacían. Más de la mitad, respondió que en su universidad se promueve más la nota que el aprendizaje: unos dijeron que porque no habían estudiado; otros, porque no estaban de acuerdo con el profesor; y unos más, que porque casi todos siempre lo hacen.

Y no voy a extenderme más en estadísticas, ni hablar de qué piensan de los sobornos o de la corrupción…, o de lo que dicen respecto de que evadir impuestos es un delito menor… El asunto es que los datos que reflejan la tolerancia en la ilegalidad son alucinantes.

Mencioné que el estudio sigue siendo vigente en el sentido en que estas prácticas continúan. Hay evidencias empíricas de fraudes en actividades académicas realizadas por estudiantes, pero también las hay de profesores que son permisivos con éstas, incluso de padres de familia que no se las cuestionan a sus hijos cuando se enteran. Conviene diseñar estudios, como el que mencioné, en nuestras universidades, porque estos datos nos servirían para generar una gran conversación en la que participen no sólo profesores y estudiantes, sino también padres de familia.

Creo que el propósito misional de la educación es poner el acento en la formación de ciudadanía, es decir, en la formación de sujetos morales. De ahí que es importante que no perdamos de vista el horizonte de que el cultivo de la humanidad (para decirlo en palabras de M Nussbaum) se hace a partir del fomento de valores como la honestidad intelectual y moral, y el respeto por la legalidad.

El ser permisivos con el plagio académico es atentar contra la calidad académica de la Institución. Pasar por alto la trampa, el plagio, no sólo es fracturar la misma producción del conocimiento, sino también socavar la moral ciudadana; lo que implica, además, que se convierte en una grave falta de respeto con quienes sí se esfuerzan por aprender y construir su conocimiento en el marco de la legalidad. El plagio es un delito. Tolerar el plagio, la copia, la trampa, y asumir un comportamiento colectivo de permisividad es volverse cómplices de quienes lo hacen, y a este comportamiento debería sacársele tarjeta roja. Me parece que esto no debe tener discusión. Quienes trabajamos en una institución de educación no podemos darnos el lujo de hacernos “los de la vista gorda”, cuando alguien (discente o, incluso, profesor) haga trampa, bajo el pretexto que sea.

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