Por JAMES CIFUENTES MALDONADO
Amon Leopold Göth, fue un militar austriaco adscrito a las SS, del que más adelante les contaré una anécdota.
Las SS fueron las fuerzas responsables de la persecución y sistemática masacre de gran parte del pueblo judío y de otras minorías en la Europa meridional y del este, especialmente en Polonia, durante la Segunda Guerra Mundial, desatada por la escalada expansionista y criminal de Adolf Hitler, en la que el componente xenófobo y especialmente antisemita fue llevado a la más absurda expresión, en la que los judíos fueron el chivo expiatorio de la delirante causa por la pureza de la raza aria.
Lo irónico es que los judíos de Austria y Alemania se sentían y eran en verdad austríacos y alemanes, algunos de los cuales hubieran estado dispuestos a acompañar al Führer a concretar sus planes de dominar Europa como lo pretendían los nazis, pero no, sus apellidos, sus costumbres y sus oficios los delataban y por tanto debían llevar la marca de la estrella y sufrir la suerte de un pueblo paria, más paria que nunca, en su conflictiva historia.
Cientos de miles de judíos fueron conejillos de indias para el desarrollo de técnicas terribles no de guerra sino para matar de la manera más «eficiente», por el gusto de eliminar a quienes no se consideraba humanos y como la forma de deshacerse de los prisioneros en los campos de concentración, donde se aniquilaba a cientos de personas de manera simultánea, bajo la oscuridad y el terror de las cámaras de gas; literalmente los quemaban por fuera y por dentro; en algunos campos los cuerpos saqueados se amontonaban para incinerarlos y en otros iban a parar a un socavón.
Por más que releo los textos y repito las películas que tratan el tema, no logro entender cómo todo ese horror pudo extenderse durante varios años, hasta el punto de normalizarse en las conciencias y los imaginarios de millones de alemanes que se acomodaron a los privilegios del régimen, alimentado por la propaganda nacionalista y fascista, que fue capaz de hacer creer y sentir que los judíos eran inferiores, así como los esclavistas en su momento consideraron que los negros eran animales o los cristianos romanos, cuando se tomaron Europa, estimaron que los paganos no tenían alma y que por tanto no contaban para Dios y merecían ser exterminados.
El hecho es que Amon Leopold Göth, en un dialogo con Oskar Schindler, en los tiempos del gueto de Cracovia, fue objeto de la recursividad de este último que le aconsejaba algo así como que el verdadero poder no era hacer lo «justo» como matar judíos por robar o no ser capaces de quitarle las manchas a la bañera del capitán, sino hacer lo inesperado y perdonarlos. De esta manera Schindler evitó la muerte de varias personas, hasta que Göth cayó en cuenta del artificio.
La psicología inversa de Schindler en su momento salvó vidas, sin embargo, la realidad del mundo actual tristemente nos muestra que el verdadero poder, desde la óptica del gobernante, no consiste en hacer lo justo, eso no tiene gracia, sino en tolerar lo injusto y que ello quede impune, como sucede en Colombia con el asesinato de líderes sociales y con la corrupción rampante que se traga los recursos y las oportunidades de los más necesitados.