El Presente y la Identidad

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Anteriormente, escribí sobre la importancia que tienen el nombre como primera palabra que nos representa en este mundo material y que trasciende el intelecto para arraigarse en el imaginario, en la consciencia y en la dimensión inconsciente también, luego hablamos del papel del territorio en la construcción de la identidad del ser y de la comunidad, ahora quiero hablar del otro factor importante: el tiempo.

Si bien la sociedad se ha construido y se ha mantenido a base de la organización y la institucionalidad que nos da la fuerza como colectivo, también es cierto que la falta de personalización del ser nos arrastra en corrientes destructoras de la vida, de la naturaleza y del mismo ser y si bien se dice que el tiempo es una construcción del imaginario humano, la consciencia sobre un tiempo en particular es fundamental para esa personalización de la vida.

Si logramos ampliar la consciencia sobre quienes somos, lo que hacemos y el espacio en el cual estamos, lograremos descifrar cada instante de nuestra existencia y no estaremos solo siguiendo una corriente y reprochando otras basados en argumentos que fácilmente pueden ser falseados por intereses particulares que no necesariamente implican un compromiso altruista por el bien de la humanidad.

Nos hemos hecho proclives a dar buen recibo a esos argumentos ya que cada uno de nosotros tiene una historia y esa ha construido nuestro presente, sin embargo, el presente debe vivirse como tal, no con los miedos infundados, ni con los rencores enraizados, porque el mundo cambia, nosotros cambiamos.

Tú decides si dejas para siempre el coco y el loco

con el que te asustaban para que hicieras caso,

tú decides si sigues viviendo guerras ideológicas de tiempos remotos,

tú decides si mantienes en tu mente ese amor que te defraudó

y si es eso lo que vale la pena,

entonces has decidido morir al presente y vivir en la melancolía

y el dolor del pasado,

tu verdadera personalidad y potencial humano no saldrán a flote.

Ahora tú también decides soñar en fantasías,

alcanzar una meta y glorificarte en ella,

vivir en lo que vas a hacer,

en ese caso el afán, la ansiedad, la zozobra y el temor al fracaso

te arrebatarán la oportunidad de disfrutar lo que haces,

dejarás de vivir por lo que tal vez sea

y cuando llegues a ese tal vez,

es probable que ya no lo veas tan importante,

entonces tocará poner otra meta,

una más grande.

En ambos casos, dejarás de vivir o simplemente dirás que mis palabras son demasiado fatalistas, pero el llamado no es a dejar de soñar ni tampoco a entrar en una amnesia sobre el pasado, es a limitar los tiempos de vida dedicados a estar en el pasado, en el futuro y en las realidades paralelas, suprimir las prevenciones del pasado y racionalizar las ambiciones del futuro, poder vivir y construir aquí y ahora los éxitos de un porvenir más sano para el mundo y para tu alma.

No me malinterpretes, por favor sueña en grande, pero construye en el presente; recuerda el pasado, pero solo lo aprendido, no traigas al ahora el dolor del pasado, trae el conocimiento que iluminará un futuro próspero.

Esa es la fórmula liberadora que te desatará de las corrientes que te ciegan frente a lo que pasa por tus sentidos hoy. En la vida hay que estar presente, pero la ausencia no es la falta de ubicación de nuestro cuerpo en el espacio sino también la falta de consciencia, análisis y concentración en lo que está sucediendo en este mismo instante, tal vez sea más tranquilo dejarse arrebatar el presente por la pereza o el miedo a vivir y solo accionar el automático y dejar que la vida sea gobernada por las cadenas de mensajes que a diario llegan por diferentes medios, pero créeme que es más satisfactorio vivir conscientes de cada cosa sin juicios a priori instaurados por terceros secuestrando nuestra consciencia y abonándola a diversos grupos, clubes o corrientes que si bien son necesarios para la subsistencia y el crecimiento humano, se pueden volver dañinos si como resultado dejamos de ser humanos y humanitarios.