ESCAMPAVÍA.
Los deportes han hecho parte de la cultura desde los albores de la civilización; actividad en la que, además de la emulación en: destreza, fuerza, estrategia o resistencia, también forma carácter, el juego limpio es conducta civilizada; el no hacer trampas es respetar los derechos del adversario.
El más popular de los deportes es el fútbol; cuenta con miles de millones de practicantes y seguidores, despierta pasiones, amores y lealtades, mueve dinero a raudales, lo que hace que a él lleguen, como acuden las moscas a la miel, no solo los deportistas a carta cabal sino también los pícaros y malandrines, así el juego limpio ya es historia y la picardía y la trampa hacen campeones y sepultan sueños.
Los árbitros, quienes unas veces por dinero, otras por simpatías regionales o quien sabe por cuales razones se “cargan”, ellos, como los entrenadores y jugadores que son exitosos porque son tramposos, logran victorias en los intersticios de las normas, con el apoyo de los dirigentes que enlodan el deporte, en vez de velar por la equidad y la limpieza en el juego, de esta manera afectan a la sociedad, al crear las condiciones en donde todo vale y donde el dios dinero se convierte en el principio y la razón.
Desconcierta escuchar que equipos tan poderosos como el Barcelona compran jueces, y recordar cómo se premió la “mano de Dios” de Maradona; en nuestro caso, los importados entrenadores australes, crearon la perversa escuela de viveza que nos hecho tanto daño.
En el pasado campeonato mundial, la entrenada maniobra de los argentinos, quienes, tirándose a suelo, lograron la mayor cantidad de penas máximas a su favor que registra la historia de la justa mundial, son un ejemplo moderno de esa tramposa viveza.
El Deportivo Pereira, un equipo sin lustre internacional, carente de figuras costosísimas, ha logrado triunfos que enorgullecen a su hinchada, misma que devota se sometió a la tortura de hacer más de seis mil kilómetros de viaje para apoyar a su equipo, hinchas que se tropezaron con una organización que ha demostrado estar viciada, ya que dispuso a un equipo de jueces que nos birlaron lo que en campo de juego habían logrado nuestros deportistas; en efecto anularon un gol por dudosa falta contra jugador que no intervenía en la jugada, mientras le perdonaron a los australes dos del mismo corte cuando incurrieron en faltas claras en el área chica; el afán del central por favorecer a los azules arreció en los últimos minutos con un concierto de pito que amedrentó a los nuestros, expulsó al capitán de campo y extendió el tiempo de juego diez minutos, algo nunca visto, así las cosas no nos ganó el Boca, nos derrotó un equipo arbitral y esto no es cosa banal de un partido, estos jueces hacen parte de un tinglado que no es cosa de poca monta, en el caso del fútbol profesional, es un delito por medio del cual se produce un enriquecimiento ilícito.
Recuerdan a los jueces que se nos atravesaron en partidos contra Brasil, o a los que derrotaron al Medellín, a renglón seguido que lo hicieran con el Pereira: árbitros que gozan de impunidad, dado que son convocados una y otra vez, a pesar de su falta de imparcialidad, puesto que los dirigentes son pelos de la misma perra y lo peor esto es un pésimo ejemplo para una sociedad que así aprende que quien hace trampa gana, es decir la consagración de la corrupción entronizada al interior del rey de los deportes.
Ojo que el arquero del Pereira se tiro dos veces al piso a quemar tiempo faltando 2 minutos y fue el que regalo 10 minutos. El árbitro se lo advirtió 2 veces y los jugadores argentinos aprovecharon nuestro regalo 🎁
Súper! Lo voy a compartir a los apasionados cercanos que seguro sentirán que alguien dice y publica la verdad nefasta contra nuestro Pereira del Alma. Gracias