Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadEl reto de los jóvenes: recuperar el civismo pereirano

El reto de los jóvenes: recuperar el civismo pereirano

¿Escucharon ustedes a alguien decir que «Pereira es la ciudad cívica de Colombia»? Si de algo nos ufanábamos las viejas generaciones era de vivir en la villa más solidaria de la patria y de hacer parte de ese sentimiento de pertenencia y de pereiranidad que acompañaba las gestas comunitarias y ciudadanas. El civismo en nuestra ciudad tenía muchas manifestaciones institucionales y resulta incontrovertible la idea de que el desarrollo de la urbe desde sus albores ha estado estrechamente ligado al surgimiento y a la prosperidad de estas. Todos, pero especialmente los mayores, hemos percibido que la vitalidad de nuestro vertiginoso crecimiento ha estado estrechamente relacionada con el papel que han cumplido muchas organizaciones de carácter cívico y social. Nuestra sociedad civil incubó muchas entidades sin ánimo de lucro como la Sociedad de Mejoras Públicas —gestora en la primera mitad del siglo pasado de los más grandes proyectos de ciudad—, la Sociedad de Amigos del Arte —que con sede propia sembró las semillas de la cultura en Pereira—, la Cámara Junior —que cautivó a nuestros jóvenes para orientarlos, prepararlos e impulsarlos hacia un liderazgo con función social—, los clubes de Leones, Kiwanis y Rotarios — expresiones entusiastas de la solidaridad ciudadana con los más necesitados—, el Club Rialto —articulador de los esfuerzos burgueses hacia el civismo— , los clubes de jardinería —que forjaron el ornato de la ciudad—, las damas grises y rosadas y los voluntariados que fortalecieron nuestras instituciones de salud, el Hogar San Marcos —guardián de jóvenes y niñas indefensas o en situación de riesgo— , la Sociedad San Vicente de Paul —admirable cofradía aliada de los más pobres—, Diriventas —la asociación que labró el carácter comercial de la ciudad—, la Junta de Ornato —que sembró el afecto por nuestros parques y zonas verdes—, las logias masónicas donde germinaron y se financiaron varias de las grandes obras—, las comunidades religiosas —que impulsaron el desarrollo educativo de la metrópoli— y muchas otras más. La interacción armónica y mancomunada entre las instituciones de gobierno y todas éstas creadas por la sociedad civil fueron el detonante de ese civismo que nos dio renombre nacional. Han sido enormes las gestas cívicas como aquellas para construir el hospital San Jorge, la Villa Olímpica y el aeropuerto Matecaña, para la creación del departamento de Risaralda y muchas más. En todas ellas parecía primar el interés y el esfuerzo de la comunidad sobre las acciones mismas del Estado.

Y qué decir de las juntas de acción comunal y demás organizaciones sociales que se conformaban en los barrios y que dieron lugar al más impresionante espíritu solidario con el que se construyeron miles de viviendas, cientos de calles, acueductos, andenes, alcantarillados, casetas comunales, parques, etc. Éramos ejemplo nacional. 

Pero es imposible no percibir que todas estas instituciones y gestas cívicas han venido desapareciendo. Algunas sobreviven agonizantes, pero su suerte parece inexorable. ¿Qué nos pasa?  Escuchamos decir por doquier que el civismo pereirano murió o que está en franca decadencia. Las nuevas generaciones no lo perciben vivaz y algunos quizás ni sospechan que existió. ¿Qué le pasó a la Pereira cívica?

Una sociedad individualista, materialista y corrupta como la que estamos forjando tiende a olvidarse o a ignorar los grandes valores. El civismo se adormece en la difícil lucha que adelantamos contra el culto al dinero en lo que hoy llaman la modernidad y perdemos el norte a causa de un oscuro egoísmo que nos aleja de todo lo social. El reto más grande de las nuevas generaciones es recuperar ese sentimiento de solidaridad que aún albergamos en el ADN.

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