Por HUMBERTO TOBÓN*
La frase es lapidaria: «Nos está tocando decidir quién entra a una UCI y quién se tiene que devolver para la casa, porque ya casi no tenemos camas de alta complejidad y tampoco tenemos ni una cama de cuidados intermedios. Ahora lo único que queda es rezar y pedirle a Dios que nos ayude». La pronuncian los médicos de Medellín desde hace una semana.
Que los médicos tengan que decidir quién tiene prioridad para ser atendido en una Unidad de Cuidados Intensivos e intentar vencer la enfermedad de la Covid 19, genera en ellos una carga emocional muy crítica.
Vivir la cotidianidad de una Unidad de Cuidados Intensivos en las actuales circunstancias, es una experiencia impactante para el personal sanitario que está allí, porque la magnitud de los contagios desborda las previsiones de la planeación administrativa y científica.
La manera cómo avanzan los contagios y la gravedad cada vez mayor de los efectos en la salud de las personas, es un reto inmenso en términos logísticos y un desafío en la atención hospitalaria, dado que el virus está mutando, es más agresivo y las nuevas cepas están afectando mucho más a personas jóvenes, quienes llegan, según los especialistas, en condiciones cada vez más graves a las UCI.
Hay sufrimiento en el cuerpo médico, que no es suficientemente valorado por un sector de la sociedad, que sigue desafiando al virus, a través de comportamientos irracionales e irresponsables, que ponen en serio riesgo a otros segmentos que actúan con apego a la bioseguridad y al cumplimiento de las normas dictadas por el gobierno.
La Organización Mundial de la Salud ha advertido que estamos lejos aún de superar la pandemia, y lo estaremos mucho más en la medida en que la indisciplina social haga fracasar los programas de prevención de la salud pública.
Las consecuencias de desafiar el contagio ya las estamos viendo y sintiendo. Es una mezcla de enfermos y muertos, con una economía que no se recupera y miles de personas perdiendo sus trabajos todos los días.
El rango de maniobra de los gobiernos se está agotando y la única salida que tienen es acelerar los toques de queda nocturnos y los confinamientos totales los fines de semana, tal como lo están haciendo las grandes ciudades colombianas.
En este doloroso panorama aparece la lentitud del programa de vacunación, debido a la ausencia de biológicos suficientes, lo que crea mayor confusión y más desesperanza, a pesar de los anuncios del gobierno nacional de que las vacunas ya están aseguradas.
Mientras tanto, cada que alguien desafía la autoridad y las restricciones, él, o un familiar o un amigo pagará las consecuencias negativas. Algunos sólo con el susto de la infección y otros con su vida. Mientras tanto, el personal médico estará decidiendo quién tiene la posibilidad de luchar por recuperarse en una UCI o en la cama de su casa.
*Estos conceptos no comprometen a la RAP Eje Cafetero entidad de la cual soy Subgerente de Planeación Regional
Respetado Columnista. la realidad que viven los médicos intensivistas, terapeutas respiratorias, auxiliares, médicos anestesiólogos, entre otros, cuando se encuentran con el dilema moral, de decidir sobre la gravedad o benevolencia del virus, para atender prioritariamente, es un peso emocional que traen desde el momento en que enfrentan una sociedad sin normas claras, flexibles.
Un peso emocional cuando desde los entes gubernamentales , dan curso a la palabrería de la gente del común, y algunos medios de comunicación, quienes emiten juicios acerca del desempeño ético de dichos profesionales sin ningún fundamento.
Un peso emocional cuando las familias de los pacientes amenazan verbal y físicamente a dichos profesionales.
Un peso emocional cuando el personal médico lleva casi 13 meses sin vacaciones.
Y para contrastar un sistema de salud que se rige por la oferta y la demanda que ejercen las E.PS, desde el negocio que tienen establecido.
Tantas consideraciones para hacer en el país de la corrupción y tiranía por decretos.
No es la pandemia del Covid la causa de los males que nos aquejan ,es el sistema político corrupto, eterno mal.