Los tres pilares básicos señalados por la ONU en emprendimiento y desarrollo sostenibles (D.S) son: el crecimiento económico (generar ganancias), la inclusión social (impacto en la comunidad) y la protección del medioambiente (responsabilidad con la naturaleza). Esto busca valor a largo plazo en un modelo de actividad rentable y sustentable para que no sucumba sin pena ni gloria, tal cual ocurre frecuentemente en el sistema tradicional.
Aquí entra a jugar el ánimo de lucro, el determinante a crear un mercado que contribuya al bien común, a integrarse en el tejido empresarial para organizar empleo, fomentar las buenas prácticas y prevalecer en la calidad de su producción o servicio. La oportunidad es inmensa en la economía circular, el biocomercio, la agricultura, la llamada economía popular, y hacer desempeño especialmente en zonas vulnerables. La financiación de prospectiva mayor, la capacitación y el acompañamiento, son definitivos para asegurar el éxito.
La realización de la COP16 en Colombia fue una ventana para incentivar apoyos monetarios internacionales para concretar el establecimiento de DS en defensa de la biodiversidad.
Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, se ha quejado sobre el incumplimiento en los compromisos adquiridos en la edición 15 que perjudica al DS., afirmando que “no vamos por buen camino” y por ello es conveniente y urgente alinear las acciones a favor de “La Tierra y sus ecosistemas”, recalcando “cumplir las promesas financieras y acelerar el apoyo a los países en desarrollo”.
En esa corriente, el ministro de Ecología de China declaró que su país quiere ser un líder responsable aportando US $1.500 millones al Fondo para la Implementación. Por su parte la ministra Susana Muhamad, quien preside la 16 por dos años, remarcó el compromiso colombiano en atender y promover mecanismos que pongan a la naturaleza como destino de alivio y protección. En efecto, ella divulgó seis metas con 191 acciones en un Plan de Acción de Biodiversidad, siendo Colombia el país 34 en el cumplimiento del compromiso, número que muestra el bajo trabajo mundial. Lo novedoso, al menos en letras, es restaurar y reconvertir figuras productivas sostenibles en cinco millones de hectáreas. Se fija a este sector un crecimiento del 3 por ciento del PIB.
Esta agenda de Reconversión Productiva -afirma la viceministra Sandra Vilardi- tiene que ir aparejada con el Ministerio de Agricultura, en vía de “recomponer funciones ecológicas para ir aumentando capital natural”. Con lo dicho, se recalca la importancia de lograr financiamientos para instalar o ampliar producción o servicios tanto en pequeñas, medianas o grandes empresas, incorporando criterios de sostenibilidad. Es, en visión de negocios, no solo en beneficio del planeta, el país y sus habitantes, “sino también potenciar su imagen de marca y conocimiento”.
La denominada “financiación sostenible” en calidad de instrumento va dirigido a la protección natural, a energías verdes, al crecimiento inclusivo, (proyectos sociales), a servicios especializados y, en fin, a todos los sectores que operativamente se desenvuelvan en el impulso a la naturaleza y a sus perspectivas que combatan o cambien el envenenamiento global. Su acción comienza a desarrollarse como ejemplo en España a través de préstamos o de bonos para empresas que quieran incursionar en “una transición sostenible” con tratamiento favorable en condición de responsabilidad social.
En Colombia ya existen líneas de crédito sostenible en montos a desembolsar según los impactos social y ambiental, con plazos hasta de 180 meses y periodos de gracia a capital por 24 meses, más amortizaciones favorables de acuerdo con el plan de pagos. En estas novedades no se puede desfallecer.
Naciones Unidas adoptó, junto con el Acuerdo de París, la Agenda 2030 para el DS con 17 objetivos; en ambos documentos ha colocado en la hoja de gobiernos, inversionistas y empresas, el emprendimiento sostenible que busca, ya se dijo, del interés económico, impactando a la sociedad y al medioambiente.