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En el día del maestro: Entre la seducción y la lucha por una digna educación

Por: John Harold Giraldo Herrera

Los primeros maestros seguro se hicieron especialistas en superar los miedos, desplazarse para conseguir lo propio para su especie y proteger el fuego. Tareas con que el homo sapiens se hizo el mejor entre los demás. El día del maestro llega en medio de una Pandemia, una guerra contra un fenómeno en forma de microbio, de expansión de un virus, preservar la especie es ahora lo esencial. Los profesores siempre hemos estado combatiendo y seduciendo, dos modos de entender el trabajo pedagógico. Por un lado, el saber y el conocimiento no emergen sino en fricción, se fragua en medio de las calderas de la incertidumbre, se moviliza en el tránsito paquidérmico de los que no son amigos de la innovación y las vanguardias y prefieren siempre conservar lo que ya existe, buscando la luz. Por el otro, se encuentra el erotismo, la emoción; sin pasión no hay acto pedagógico, sino uno de transmisión, cuando lo desafiante y propositivo es una interacción. Y para ello, lo estético y performativo, son modos de encauzar el encuentro en un salón de clases o en una de esas aulas virtuales. Nuestra especialidad, es acercar fronteras y ofrecer nuevos estadios, no importa si estamos enclaustrados o en un aire de plenitud.

La labor altruista de los docentes, esa palabra tan recatada y sugerente, ha implicado posibilitar decencia o lo culto en los demás. De manera, que quienes nos hemos dedicado a la docencia, cultivamos, tanto como los agricultores, quienes saben mantener un cuidado con sus semillas, ofrecerles el mejor arado, los nutrientes y componentes sin químicos ni alteraciones, para mantener la cultura, o extenderla o irla transformando. Una sociedad progresa en la medida de contar con personas que atesoren la información y luego el conocimiento, no para beneficio propio, sino para la vida digna de los demás. De modo que este día, el 15 de mayo, llega para recordarnos el papel, los roles y la relevancia, de la educación pública y de calidad; como también de maestros creativos, con vocación y profesionalismo, siempre adelante conquistando lo loable y humano para el desarrollo de su ejercicio. La educación, con sus actores, no son un servicio, sino un derecho, del que los estados no pueden zafarse y del que las sociedades deben respaldar y seguir defendiendo. El profesor encara el reto de luchar por el legado primordial.

Seguro la imagen de un maestro, docente o profesor, ha de cobrar valores distintos. Máxime cuando el ideario lo transfieren los medios y sus productos, como por ejemplo la serie La casa de papel, que ha puesto un Profesor como el más habilidoso de los ladrones de ese erario público que despilfarran los políticos y gobiernos. Eso ha puesto en evidencia, en películas como 21 black Jack, donde otro similar sabe burlar los casinos. Digamos que esas ideas simbólicas y subversivas llaman la atención, pero lo justo, es aquel profesor, cuya capacidad es la desenvolverse con la palabra, su arma no es otra que el pensamiento y la incubación de ideas en la sociedad, estilo Merlí, salido de la serie catalana, ese individuo también fracturado y corriente, repleto de ideas para proyectarlas, su símbolo es conquistar cerebros y hacerlos provocar sus propios criterios. Quien profesa y despliega discursos y excursos, a la manera de quien perpetuó su vida contando historias: Sherezade., no sólo salva su vida sino que prolonga la de los demás, sosteniendo con encanto parábolas, metáforas, testimonios de la vida que se tuvo, de la que se asume e incluso de aquella que viene.

Como educadores, es decir, como personas competentes para hacer ver y potenciar las habilidades de los estudiantes, hemos estado de la mano de la psicología, la sociología y ahora las neurociencias, haciendo lo que es nuestro mejor empleo: el de aprender dos veces y hasta más, pues quien se dedica a la enseñanza cumple con el propósito de saber didactizar, hacer trasposiciones con la sagacidad de ir tras las planicies, los riscos, la montañas y los diversos senderos a construir con quienes son lo ávidos trotamundos. Porque de ahí partimos, un educador seductor, le entrega puentes a sus discentes y les estimula en el cumplimiento de levantarse de los fracasos, pues más que triunfar, caer es la norma de la vida, y la frustración el amigo con el que aprendemos y emprendemos nuevos rumbos. Entonces dichosos los que disfrutan de uno de los oficios, de una de las disciplinas de más valía, en la que en colectivo se trazan los planes de seres, familias y sociedades.

No es un día de gracias, pues la labor que empleamos no goza del reconocimiento salarial y social que amerita, por el contrario, las amenazas, intimidaciones, estigmatizaciones, persecuciones que hacen de los maestros, nos ha condenado al exilio, a callar, a estar confinados y en un riesgo permanente para el existir. También hay una condena y es el declive de la salud mental, ejercer el manejo de energías, contar con la fuerza decisiva, sortear las dificultades de otros y las propias, ha hecho colapsar a varios colegas. No obstante, la educación, en uno de sus tantos sentidos, también es sanación y remedio. Muchas vidas se han salvado de las balas, de las mafias, de los golpes de la existencia, y de las diversas calamidades que ha habido. Un profesor y un proyecto formativo que extiende los brazos, y entrega el calor de una llama de sabiduría hace tanto como un médico. La labor del profesor o educador, es delinear todas las demás profesiones.

El día de los alfareros, de quienes esculpen con sus cinceles y materiales, de los cantantes y creadores de investigación, la experimentación y la ciencia. Aquellos que día a día tejen, abren los confines de los misterios, deambulan y se expanden por teorías, navegan por los contextos, y dialogan con lo clásico, lo nuevo y gestan nuevas formas de interrelación; esos mismos quienes siguen forjando imaginarios, tentadores del futuro, opositores de la cruenta realidad donde unos se encuentran cercenados; porque ser maestro es continuar desafiando los miedos, impidiendo el fallecimiento de la esperanza, y con leños y los elementales, recuperar el fuego que nos ha dado la fuerza y la capacidad de resistir contra toda inclemencia y fatiga. Seguiremos alzando, desde el carnaval de enseñar, la humildad de aprender y reaprender, de inventarnos e incendiarnos, con la pasión suficiente, las banderas de los sueños e ideales, que nos unan en fraternidad, nos desarrollen en sentires y placeres, y nos renueven día a día para rememorar, que como especie, nuestra misión es la de liderar una digna sociedad.

2 COMENTARIOS

  1. Gracias, por exaltar la labor de ser : Maestro.
    Ser Maestro: es atreverse a explorar en la mente de niños, jóvenes, adultos, su capacidad lúdica, crítica, social, y su trascender en una sociedad.
    Ser Maestro: es ser apoyo a miedos, pasiones y esperanzas, de : estudiantes y Madres y Padres.

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