Por ERNESTO ZULUAGA RAMÌREZ
El desarrollo urbano y las grandes inversiones públicas en nuestra ciudad soportan un profundo desdén por los más pobres y por la mano de obra trabajadora. Y este no es un comentario sesgado con el que se pretenda azuzar la lucha de clases o la polarización ideológica que padece nuestra injusta sociedad, sino que pretende visibilizar el increíble desprecio por los más necesitados con el que planeamos y construimos nuestras ciudades.
El peatón es el mejor sinónimo del trabajador más humilde, aquel que carece de un automóvil o de una motocicleta y quien tiene que utilizar día a día el transporte público para alcanzar su sitio de trabajo y para regresar a casa o caminar para acceder al mercado, a la tienda, al parque o a la iglesia. Hay algunos peatones que ejercen su condición por deporte, por gusto, placer o por sentido ecológico, pero son una minoría también despreciada por quienes tienen la responsabilidad de construir el progreso.
Ser caminante es definitivamente un asco. No existe una política pública que establezca prioridad a la hora de diseñar de las grandes obras y es muy lamentable reconocer que en Pereira no hay puentes peatonales en los sitios más críticos de la ciudad: la intersección de la 17 con Avenida 30 de agosto, el cruce de Turín, la calle 14 con Avenida Belalcázar, toda calle la Circunvalar, la nueva glorieta de Corales, la avenida central de Cuba, la glorieta del Éxito en la avenida la Independencia, el acceso a Unicentro y todas las estaciones de Megabús. A esta situación hay que agregarle que los nuevos afanes ambientales de nuestra sociedad han priorizado incluso a la bicicleta. Antes que andenes y espacios para el peatón se construyen ciclovías, se ponen bolardos y hasta se convierten guardas de tránsito y policías, en ciclistas.
Y si salimos un poco hacia la periferia las cosas se ponen aún peor. La infraestructura vial es un perverso culto al automóvil. Casi todas las nuevas vías carecen de andenes y de infraestructura para el peatón. Las entradas del sector de Cerritos como la del colegio La Salle, Cafelia, Sazagua, Galicia y la que ingresa a Santa Marta y al liceo Inglés son laberintos de la muerte donde autos y peatones se esquivan mutuamente. Pero el ejemplo más dramático está en la vía que da acceso a los barrios San José etapas I,II,III,IV y V, Maturín, Quintas de La Rioja 1, 2 y 3, Quintas de Sevilla 1, 2, 3 y 4, Quintas de Pindaná, el Cairo, los Nogales, Club deportivo Sócrates Valencia, etc.. Son más de 600 viviendas en las que habitan casi 3000 personas y trabajan otras 2000. Se permitió a los urbanizadores pavimentar algunos tramos de la vía sin obligarlos a hacer los andenes peatonales y lo que es más aberrante, se les ha negado a sus habitantes el acceso al Megabús, a pesar de las múltiples solicitudes que todos estos condominios han hecho por años. Los dueños y los inquilinos de estratos 5 y 6 se transportan cómodamente en vehículos motorizados pero los pobres trabajadores de estratos 1 y 2 tienen que soportar las inclemencias del clima, los charcos, la polvareda, a los despiadados conductores, las enormes distancias, la topografía agreste, la inseguridad y muchos otros males. Quienes habitamos en el sector hemos recibido con alborozo la grata noticia de que al sector se han venido a vivir varios funcionarios del gabinete, dos concejales, un diputado, el alcalde y el gobernador. Quizás ahora sí mejoren las cosas para los pobres trabajadores del sector.